Cuando se llama al bar Los Pescadores, en el puerto…
Magarzas
Buenos días desde la niebla gallega donde clarean los cantos de cientos de pájaros que han venido a anidar alrededor de mi casa, mientras yo no estaba.
Tiene razón Wolfredo Wilpret al pedir que dejemos a la naturaleza hacer su trabajo porque verdaderamente por aquí lo ha hecho de una manera extraordinaria ya que nunca antes había escuchado tantas carrizas, con ese canto tan peculiar que ahora no sabría describiros, con muchas erres para un pájaro tan pequeño que construye nidos esféricos como el mundo, forrados de musgo.
Sólo pensar que me haya tenido que ir para que los hiciera, hace que crea que ha merecido la pena mi ausencia.
¡Tengo tantas cosas que contaros de mi viaje, fugaz pero de lo más enriquecedor, a Tenerife!
Y sobre todo, de la excursión al Teide, porque nunca había visto nada igual, ya que creo que no existe nada parecido en ningún otro lugar del mundo.
Esto hace que haya flores que ni en el resto de la isla de Tenerife se encuentran, como la magarza o margarita del Teide (Argyranthemun tenerifae) que estaba plenamente florecida.
Estoy abriendo la casa y no tengo ahora tiempo para expresaros con calma el asombro que produce ver, sobre unas piedrecitas, que parecen tierra batida, de un color amarillo verdoso por el azufre que aún llueve del volcán, dándole de lejos el aspecto como de pasto muy ralo y muy pálido, resulta que sobre ese paisaje más que lunar, marciano, de la poca agua que obtienen quizás de las nieblas que se condesan contra el malpaís o las rocas basálticas, salen estas preciosas magarzas.
Hay algo misterioso en ellas, como en la luz de las estrellas.
Os dejo el artículo que escribí, también apresuradamente, para el ABC del sábado.
Ya no me moveré casi de aquí, así que ya os podéis imaginar la felicidad que tengo y que iré compartiendo con vosotros, de cada flor, de cada pájaro, de cada ave marina, de cada fruto de la huerta que vaya saliendo, y de mis ovejas, que voy a comprarlas en la feria de Betanzos dentro de unos días, para que sieguen por mí la hierba.
Un fuerte abrazo para todos,
Mónica
EL BOTÁNICO
“Dejad a la Naturaleza quieta para que ella sola se desarrolle” pidió el ilustre botánico Wolfredo Wildpret en Garachico el pasado jueves por la tarde durante su discurso tras recibir el premio Brote Canarias del FICMEC, Festival Internacional de Cine Medioambiental de Canarias. Su apellido identifica al tajinaste como especie: Echium wildpretii, en honor a su bisabuelo Hermann. Me contó el profesor que, de noche, el llano de Ucanca en el Teide se llena de estrellas. Yo lo vi de día bajo un cielo muy azul, asombrada por la magnitud del valle, y por sus colores como de otro planeta. “Dejad a la naturaleza quieta para que ella sola se desarrolle” pidió, se podría escribir que suplicó, Wolfredo Wildpret. En el Teide, caía la tarde sobre los tajinastes plenamente florecidos de fucsias, rojos y violetas. Brillaban, como magarzas sobre el malpaís, las primeras estrellas en el cielo.
Mónica Fernández-Aceytuno
ABC, sábado 28-5-2016