Esta es la mariposa que me encontré hace unos días posada por la mañana sobre la fachada de mi casa.
Mónica Fernández-Aceytuno
Mónica Fernández-Aceytuno
EL MURCIÉLAGO 13.01.2010
Sentémonos al atardecer a la entrada de una cueva habitada por Murciélagos.
Al desaparecer los últimos rayos de luz de la tarde, observamos que la boca
de la cueva se transforma en las fauces de un gran dragón que vomita en vez
de bolas de fuego a borbotones, cientos de murciélagos que salen volando sin
rumbo y desperdigándose en la oscuridad de la noche. Cada uno va solitario,
cada uno va a su querencia para llegar el primero y atrapar los insectos
que despiertan e inician su vuelo en las noches de nuestros cielos.
Como carecen de cola-timón para volar en línea recta o cambiar de rumbo como
las aves, van dando bandazos de arriba a abajo dibujando en el aire una
especie de culebrina que nadie sabe identificar, creo que es su técnica para
que nadie los siga y descubran sus vaguadas fértiles donde revolotean
millones de insectos de varios sabores. La verdad es que su forma de volar
me recuerda a las mariposas, pero no por eso las respetan, si pueden las
cazan por mucho colorido que adornen sus alas.
Este pequeño mamífero alado sólo tiene intimidad y se relaciona con sus
semejantes en el interior de su hábitat para dormir, allí sí, entonces no le
importa juntarse con cualquiera, para darse calor, chismorrear de lo
cotidiano o buscar pareja. En campo abierto ni una palabra. No son
solidarios como las aves que se comunican con cantos y en bandadas,
aterrizan en campos que tienen semillas maduras, brotes tiernos o inocentes
larvas recién salidas de su envoltorio.
Dicen que se le parece al Ratón, quizá sea cierto pero solo he encontrado
una semejanza en las caquitas negras, diminutas y ovaladas como semillas de
cardos salvajes, que aparecen al lado de grietas o terrazas. Me llamó la
atención que una familia de Murciélagos pudiera vivir en un tubo de hierro
de dos metros de altura, en verano y sin aire acondicionado. Al ratón lo veo
más gracioso sobre todo cuando te mira, cuando camina y cuando come. Cuida
su intelecto mordiendo hojas de libros antiguos, ya sean de ciencia, poesía
o agricultura. Ver una camada recién nacida es lo más chusco que se puede
ver.
No quiero omitir reseñar los Murciélagos de otros continentes con otra forma
de vida, tamaño o alimentación que nos muestran en algunos reportajes. Son
distintos, duermen colgados de árboles durante el día, tapándose con sus
alas membranosas que parecen hojas secas de mazorcas. Estas especies se
alimentan de sangre caliente de animales salvajes o domesticados. Dicen que
también les apetece la sangre del hombre si se deja, claro, pues le parece
más dulzona y gratificante. No sé.
Estos bichos cuando extienden sus alas que parecen de gamuza pero negra, se
asemejan a dos hojas de plátano pero no de Canarias, sino de los árboles que
adornan avenidas o parques. De cualquier forma creo que cuando se miran al
espejo no se gustan, se notan algo raro comparado con el resto de otras
criaturas, ni siquiera cantan, ni un trino como hacen las aves al amanecer
cerca de nuestra ventana, Así que ni pío, nada de nada. Bueno sí, cuando
llegan a casa por la mañana emiten un sonido como metálico muy suave, casi
imperceptible. Por eso desaparecen durante el día, para no ser vistos, como
si se tratara del jorobado en aquella Catedral… Yo creo que deben ser muy
tímidos y vergonzosos.
Es espectacular cuando la luna grande aparece por el horizonte. El
Murciélago, en esos momentos, quiere ser estrella fugaz. Como un mimo que al
trasluz de una pantalla hace juegos de manos, el Murciélago pasa por delante
del globo rojizo haciendo piruetas estrafalarias por el aire, como rasgos de
firmas ininteligibles, para demostrarnos que sabe hacer piruetas que a otros
les costaría trabajo imitar.
El Murciélago o Morciguillo como le llaman en los medios rurales de mi
tierra, creo que nos mira con simpatía, se nota que quiere agradar con sus
ojitos vivos y nerviosos. Se pasa la noche volando, no descansa para comer,
los mosquitos son aperitivos, pero va más a por presas sustanciosas como
orugas hermosas parecidas a gusanos de seda, que brillan en la noche por las
hojas de los árboles. También le gusta así cualquier arácnido gordo y orondo
cargado de crías pegadas envolviendo todo su cuerpo.
Curiosamente en el mar y en el aire, se producen hechos análogos. Me acuerdo
de las asustadas y pobres sardinas formando bolas cerca de la superficie del
mar y atacadas por delfines sin piedad. En verano, al atardecer también se
forman bolas de mosquitos a dos metros del suelo. Los Gorriones, las
Golondrinas y otros como los Murciélagos, le dan varias pasadas para
llevárselos a las bocas o los picos cargados de estos manjares.
No sé si las leyendas se originaron primero por un inocente Murciélago y
después pasaron a los Vampiros, y a un Conde siempre vestido de frac, a la
estaca, los relámpagos y los castillos en noches oscuras. Si todo esto lo
agitamos se forma un cocktail final de misterio y miedo. En la noche, un
castillo solitario abrazado por la hiedra, hace soñar que algo pasó allá en
los tiempos y que perdurará y seguirá recordándose en la lejanía de la
posteridad.
Quiero pensar que estas pequeñas criaturas son como nuestros guardianes de
la noche. Hacen que nuestros sueños en los veranos cerca del mar y de la
montaña puedan ser placenteros. Para asegurarse de ello hacen una pasada en
nuestro dormitorio, eso sí sin decir pío, sin ruido y sin canto, sólo para
comprobar que estamos allí plácidamente dormidos o casi. Los he visto, al
menos en dos ocasiones, entrar y salir en silencio
Creo que exagero al hablar de las intenciones de los animales para darnos
su simpatía, acercamiento y amor. ¡Claro que exagero!.. pero ..¿y si un día
se descubre que puede haber algo de verdad?. ¿Quién sabe? ¡Ojala! ¡Qué
maravilla!
Un cordial saludo,
Jerónimo