Como el Universo, las especies tienden a expandirse, o a refugiarse, esperando mejores tiempos.
Mónica Fernández-Aceytuno
Mónica Fernández-Aceytuno
9:51h Y escribe:
“En Madrid, en pleno barrio de Salamanca, las dos únicas aves con las que convivimos son las urracas y las torcaces.
Las torcaces vienen a las acacias de la calle a por las semillas que todavía quedan y, sin ningún recelo, hacen equilibrios en las ramas a cuatro metros de nuestros balcones. Ese torcazo tan temeroso y esquivo en el campo, se comporta en la ciudad con total despreocupación, y sólo se va cuando se le espanta ruidosamente.”
Y añade:
“Estoy de acuerdo con la simpatía por el arrendajo , pero, de entre los córvidos, también me gusta el rabilargo, ese hermano menor de la urraca, pero bien distinto, de colores más vivos y presente en las dehesas y olivares de Castilla y Extremadura. Siempre se mueven en bandadas, un poco imprevisibles, desordenados, son pájaros que parece que se divierten, que van en pandilla, medio jugando, como unos verdaderos hermanos pequeños.”
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