Desde la Universidad de Toronto,en Canadá, Manu Esteve me dijo anoche que de todos los ríos del mundo en los que ha investigado, los que más le gustan son los ríos asturianos, y en concreto el Dobra, donde ha empezado la freza de los salmones.
¡Quién me iba a decir que caería tanta agua cuando, hace casi tres meses, imploraba que lloviera desde esta misma página!
A los vencejos los descubrí este mismo jueves en lo alto del cielo, y fueron sus gritos lo primero que escuché. También vi a los cernícalos primilla, que pronto ocuparán los mechinales y tejados de los palacios de la parte antigua.
¡Quién me iba a decir que caería tanta agua cuando, hace casi tres meses, imploraba que lloviera desde esta misma página! Que lloviera para acabar con la sequía que nos asolaba, y ahora el agua ya no cabe ni en los embalses ni en los campos.
Aquí estamos, metidos en casa, viendo llover y llover, y no salimos de nuestro asombro por este invierno inaudito. Hace unos días que no vemos el sol. Ni paseo, ni bicicletas, ni mucho menos salir al campo.
Hay señales, sin embargo, que delatan la pronta llegada de la primavera.
Las grullas debieron irse entre el sábado y el domingo de la semana pasada, al igual que las avefrías, pues no las he vuelto a ver más en los lugares en los que habitualmente se alimentaban. Un amigo me contó que las vio el sábado pasado sobre el cielo de la ciudad, en gran grupo, volando sobre el vendaval. Bromeábamos diciendo que si se fueron el sábado, con el viento que hizo, seguro que llegaron ese mismo día a su destino.
A los vencejos los descubrí este mismo jueves en lo alto del cielo, y fueron sus gritos lo primero que escuché. También vi a los cernícalos primilla, que pronto ocuparán los mechinales y tejados de los palacios de la parte antigua.
Pero lo que más me gusta de estos días son las señales acústicas. El despertarme escuchando al mirlo, a los verdecillos y verderones al lado de mi ventana. Y cuando estoy dando clase, a los carboneros y herrerillos en los árboles del patio.
Hace un par de días observé dos agateadores que se reclamaban incesantemente, aprovechando un claro de cielo y un rayo de sol.
Pero hoy todas las aves han estado mudas.
Aguantando el chaparrón.
Un cordial saludo.
Pilar López.