ACTUALIDAD NATURAL
ERIZOS EN LA CARRETERA
MÓNICA FERNÁNDEZ-ACEYTUNO
ABC, Lunes 19-4-2004
ERIZOS EN LA CARRETERA
MÓNICA FERNÁNDEZ-ACEYTUNO
ABC, Lunes 19-4-2004
LOS OJOS DEL MAR
El mar es un sueño cuya realidad
termina siempre en la playa o
en el mercado del puerto, al la-
do de unas señoras de mandil blanco
a las que se les va por la boca el nom-
bre de los peces.
Es sólo en la arena de la playa, o so-
bre la madera cubierta de hielo, lau-
reles y helechos, donde me creo del
todo lo que leí en los libros. Allí resul-
ta fácil reconocer que los ojos de los
peces planos se mueven por la cabeza,
o que la raya de espejos tiene unos
ojos azules de mentira dibujados en
su piel bordada de clavos.
y mientras oigo de lejos una voz
que me habla de kilos y de dinero, tra-
to de disimular la mirada con la que
quiero hacer real un sueño, y miro
los ojos falsos de la raya, y miro los
verdaderos que son negros; y veo las
aletas pectorales que parecen alas, y
la forma de cometa que tiene la raya
de espejos: nada como si volara en el
agua.
Pero en los mercados no encuentro
huevos de raya, hay que buscarlos en
la arena porque el mar los arrastra a
pesar de ser rectangulares y de estar
provistos en cada esquina de unos
zarcillos parecidos a los de la vid para
agarrarse a las algas. Esta cáscara ne-
gra recuerda a un monedero de calde-
rilla de señora, aunque hay quien lo
llama monedero de sirena; pero yo, a
las sirenas, me las imagino con un
bolso de estrellas rojas bordado de ca-
racolas y no con estas cápsulas vacías
y flexibles, tan negras como las alas
anteriores de un escarabajo molinero.
Aún así, a veces pienso que hay
quien me creería antes si hablara de
la existencia de las sirenas que de la
presencia de sus monederos en las
playas donde casi nadie parece verlos
y donde son muy pocos los que, al en-
contrarlos, se dan cuenta de que tie-
nen en sus manos la cáscara de un
huevo de raya. A veces tengo la sensa-
ción de que el mar se echará un día a
volar si seguimos buscando su reali-
dad sólo en los documentales, y no en
nuestra playa, o en nuestro plato, en
ese lenguado que tiene los ojos colo-
cados de tal forma en el cuerpo que
parece que está suplicando al cielo.
Al levantarlo del fondo miraba la
superficie del agua, aunque los
lenguados, como todos los peces pla-
nos, no tuvieron en el transcurso de
su vida siempre esa mirada, es más:
el cambio de punto de vista les hizo
cambiar el cuerpo entero, y su forma
de nadar por el mar, en fin, su nueva
visión del mundo les cambió toda la
vida: al principio son peces parecidos
en su forma a la sardina, y nadan por
el mar con un ojo a cada lado. Pero, al
poco tiempo, uno de los ojos parece
empeñado en encontrarse con el otro
ojo y empieza a desplazarse por el
cráneo del pez en un proceso conoci-
do científicamente como “migración
del ojo”. Hay especies diestras, y espe-
cies siniestras, es decir: a veces es el
ojo derecho el que pasea por la cabe-
za, y a veces es el izquierdo, hasta que
los dos ojos se sitúan en el mismo pla-
no. En ese momento el pez nada sobre
un flanco y termina tan desorientado
que cae al fondo, donde la cara ciega
se despigmenta y la oculada se engro-
sa y oscurece tanto como su vida de
arena.
Pero la migración del ojo parece tan
de mentira como los falsos ojos
azules de la raya de espejos. Tal vez
son sólo sueños de un mar que se des-
pierta en sus bordes: en la orilla de
una playa o en un puerto pesquero .
Mónica Fernández-Aceytuno
Blanco y Negro, 7-3-1999
Fondo de Artículos
de la Naturaleza de
www.aceytuno.com