EL VUELO DEL MAR
CAMBIO 16, Abril 1994
CAMBIO 16, Abril 1994
MADERA DEL AIRE
No se debería de de señalar a nadie,
ni siquiera a una persona sin palabra.
Sin embargo, hay personas que ya nacen señaladas, aunque sean verdaderas personas. Un caso sin-
gular es el de un hombre de uno de los
reinos de España que, a finales del si-
glo dieciocho, acudió a la calle de la
Cava Baja de Madrid para que el ciru-
jano José Correa le serrara unas made-
ras del aire que tenía en la cabeza. Los
documentos que acreditan este hecho,
el único caso conocido de la presencia
de cuernos en la especie humana, se
encuentran en el Archivo del Museo
Nacional de Ciencias Naturales.
Lo que aquí relato es sólo un extracto
del documento notarial: «José Correa,
cirujano que vive en la calle de la Ca-
va Baja, declara bajo juramento que
uno de los días del mes de abril próxi-
mo pasado de este año llegó a su casa
un caballero de distinción, de 67 años
de edad poco más o menos, con la pre-
tensión de que le reconociese dos
mostruosidades, que evidentemente
eran, hablando con el respeto debido,
dos palos de madera del aire, o astas
del mismo color, dureza, sustancia y
formas de las de un cordero. El caba-
llero manifestó haber recorrido va-
rias tierras y lugares para que se los
cortasen, y que ningún cirujano qui-
so encargarse de la operación, por lo
cual fueron por mí separados por me-
dio de la sierra de amputar».
La declaración de la testigo Cándi-
da Trijueque tampoco tiene des-
perdicio y dice, entre otras cosas:
«Que es cierto que en uno de los días
del mes de abril llegó a eso de las nue-
ve a la casa de José Correa un hom-
bre embozado y con sombrero de tres
picos, y estuvo hablando algún rato
con don José Correa, aunque ella no entendió
lo que hablaron entre ellos,
pero sí vio que cuando mandaron sen-
tar al hombre en una silla y quitarse
el sombrero inmediatamente se le pu-
sieron de manifiesto dos cuernos. La
que declara, junto con los demás testi-
gos, vio que don José Correa sacó una
sierra armada con su botante de hierro
y mango de madera torneado, de
una longitud de poco más de media
vara, y con la ayuda de los allí presen-
tes que le sostenían se los cortó, y en
esa operación habrá tardado como
más de media hora. Se advierte que
de los dos cuernos uno es más largo
que otro y ambos tienen forma de ca-
racol y estas de cordero”.
Eran,por tanto, más parecidos es-
tos cuernos a los cuernos de los
bóvidos que persisten de por vida y, si
se rompen, no se regeneran; que a las
cuernas del venado y demás cérvidos,
que caducan todos los años. Por eso
en estos días encontramos los desmo-
gues tirados en el monte, aunque en
este caso han sido las células osteo-
clastas las que han aislado la cuer-
na de su pivote, actuando como una
sierra.
Todo en las maderas del aire resulta
fantástico, con esta historia que ya
cierro con lo esencial de la nota que
envía el Ministro Conde de Florida-
blanca a José Clavijo, director del
Real Gabinete de Historia Natural:
«Remito a Vd. dos astas pequeñas cor-
tadas a un hombre por el cirujano
don José Correa, según consta del tes-
timonio que también acompaño, y en-
cargo a Vd. que las coloque y guarde
en ese Real Gabinete con la nota co-
rrespondiente. Dios guarde a Vd. mu-
chos años». El Pardo, a 25 de febrero
de 1787. El Conde de Floridablanca.
Mónica Fernández-Aceytuno
BLANCO Y NEGRO, 28-3-1999
Fondo de Artículos
de la Naturaleza de
www.aceytuno.com