PINO

LA CASA DEL PANADERO

En las casas grandes gallegas se solía plantar un pino piñonero.

Por aquí cerca hay un ejemplar catalogado que tiene ya varios siglos y veinte metros de alto y una copa muy ancha con forma de sombrilla, casi de media esfera, de miriñaque en lo alto un tronco que crece recto, a resguardo junto a una suerte de pazo llamado la casa del panadero.

Se plantaban por aquí estos pinos más propios del Mediterráneo porque en la repostería gallega está muy presente el piñón y este pazo da piñones comestibles después de madurar durante tres años dentro de las piñas.

La copa del pino es tan ancha que sobrepasa las lindes de su finca, se asoma más allá de la casa a la que pertenece y sus piñas, que parecen casi de mentira de lo bien hechas que están, caen a un camino que no es de nadie, por lo que en esto me comporto como un corsario y, si me las encuentro cuando paseo, las considero mías. Ahora se suelen quedan las piñas en las ramas pero con el sol se abren y sueltan los piñones, que son más difíciles de ver porque tienen una cáscara recubierta por un polvillo muy oscuro, casi como una harina del color de la tierra.

Me trae el recuerdo este pino piñonero de cuando íbamos en coche con mis padres hacia la playa y parábamos buscando una sombra que, al final, como nos dirigíamos hacia el Mediterráneo, solía ser la calurosa sombra de alguno de estos pinos. Era mediodía, sonaban las chicharras y olía a resina. Junto al árbol, un letrero que decía: “No hacer fuego, peligro de incendio”. Me pregunto si se habrán quemado estos pinos bajo los que estirábamos las piernas.

También en Roma, recuerdo pinos piñoneros por todas las vías y colinas, de ahí que me haga tanta gracia ver insertado en el Atlántico este árbol que ha unido durante siglos la bruma que sube desde los ríos con el dulce humo saliendo por las ventanas, ese olor a bizcocho llamado “mistura galega” hecho con manteca de vaca, leche, miga de pan y piñones.

Voy a mezclar yo también un poco de tierra y de arena para ver si germinan los piñones y regalarlos en macetas a mis amigos, que me preguntarán creyendo que es poca cosa. “¿Pero qué es esto?” El pino de la casa del panadero.

Mónica Fernández-Aceytuno

ABC, 2-7-2005

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