EL PASEO

EL PASEO

Salgo cuando la tierra todavía huele a dormida. Cuando ya se han despertado los jilgueros y los labradores para llenar con sus colores de sirgo, amarillos, rojos, el verdor de las vides. Bajo los sarmientos, un hombre quita los nietos, los pámpanos que no darán racimo este año. Otro se encorva entre el bosque de palos que sostienen las tomateras. Tiene el camino armerias florecidas como las de los acantilados, y yezgos y achicorias que nombro con la vista. Hace calor. Hay caracoles blanquecinos encaramados a los tallos. Como un cuadro es la caseta de aperos y la huerta con sus primeros cardos y las rosas que plantó el hortelano en la cerca, sobre el centeno agostado, para llevárselas a su mujer a casa. Esta parte no productiva de la huerta, es la que la convierte en hermosa.

Al fondo suenan la chopera y el río Najerilla, lleno de piedras su cauce, donde el agua, al tropezar, se vuelve blanca como una enagua.

Mónica Fernández-Aceytuno

ABC, 13-7-2013

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