Hay términos de la Naturaleza que me encantan, como este…
collalba.
f. Ave de la familia Muscicapidae del tamaño de un gorrión grande, de quince a dieciocho centímetros según la especie, a la que se distingue por la gracia y la altivez con la que se mueve sobre los terrenos abiertos, subiendo y bajando la cola como las lavanderas cuando se posa, aunque con un movimiento más pausado. Parece tener querencia por las piedras sobre las que destaca su coloración que varía de los tonos grisáceos de la Collalba Gris (Oenanthe oenanthe) a los dorados en la Collalba Rubia (Oenanthe hispanica), ambas especies con antifaz negro el macho. Al contrario que otros pájaros que rehúyen la mirada, la collalba mira a los ojos y te vigila escondida entre las piedras. En contadas ocasiones se observa en la Península Ibérica la Collalba Desértica (Oenanthe deserti) muy parecida a la rubia pero más clara, también con antifaz el macho; y más frecuentemente en los pedregales del sur la Collalba Negra (Oenanthe leucura) que es toda antifaz, tan oscura como las hormigas de las que se alimenta.
Como si los caminos del aire no estuvieran salpicados con tanta lluvia, acaba de tocar tierra envuelta por esos velos invisibles que son los vientos del sureste, la collalba gris, cuya temprana cita ha sido realizada en Menorca por Oscar García, del Grupo Ornitológico Balear. Traen estos pájaros de paso el plumaje tan desgastado que es ahora cuando se distingue cúal collalba es macho y cúal joven y cúal hembra. Todos son igual de pequeños como un gorrión grande, y cenicientos como las piedras; pero sólo el macho tiene ahora descubierto un antifaz negro que perderá al regreso, otra vez de paso, tras el cambio de plumas. Algunas collalbas grises llegan hasta Groenlandia. Y vuelan sobre el mar un día, y dos días, queriendo tierra. Según Antonio Escandell, ornitólogo, al contrario que otros pájaros que rehúyen la mirada, la collalba gris mira a los ojos y te vigila escondida entre las piedras. Pon tus ojos en la collalba gris y verás que ya te estaba mirando. Te mira y se va, no se va hasta que te mira; y cuando emprende el vuelo ya no falta sólo un pájaro, un gris, un canto, sino un algo del mirar que se ha ido volando en los ojos de la collalba para atravesar mares y mesetas y océanos hasta que tu mirada, que ya no es tuya, se arropa entre otras piedras que no verás jamás, antiguas como el mundo.
Mónica Fernández-Aceytuno
ABC, 5-3-2001
Aceytuno.com