Crónica de Juan Carlos Delgado Expósito desde las tierras de los ríos Sillo y Álamo
POR TIERRAS CELTAS
La mañana tercera del mes de Julio trascurre para mi, por las tierras del río Sillo y Álamo, dos afluentes del río Ardila, en el término municipal de Higuera la real. En la margen izquierda del Sillo terrenos pertenecientes ya a la provincia de Huelva, y en la margen contraria a la Baja Extremadura, Badajoz. La ruta que sigo esta mañana de sábado no es otra que la de la ciudad perdida de los Celtas: Capote, así se conoce este castrejón, enclavado de manera estratégica entre los ríos antes mencionados. En el centro del poblado se localiza un santuario, donde los antiguos pobladores ofrecían sus ceremonias a los dioses. Fue destruido hacia el año 150 a.C. posiblemente como consecuencia de la conquista de estas tierras por los romanos.
Ahora estos maravillosos paisajes están siendo conquistados, pero no destruidos, por mis sentidos, por mis prismáticos y mi cámara de fotos. Paseando esta mañana temprano a orillas de estos ríos, por estas sendas y estas ruinas, pensaba yo, cómo se sentirían hace miles de años, aquellos pobladores al contemplar los amaneceres de estos encinares, de estos bosques riparios de fresnos, adelfas, retamas y tamujos.
Mi mente se imagina a los antiguos pobladores, al amanecer subiendo las fuertes pendientes, con las vasijas llenas de agua, oyendo el arruyo de una tórtola común, el canto de diferentes aves en el soto ribereño. Y pienso yo, qué usos le darían aquellos hombres y mujeres, al hinojo, al tomillo, al orégano, al fresno, a las adelfas, a la ruda, a todas estas plantas que crecen en este lugar. Y veo a los niños pasando por las estrechas callejuelas, jugando quizás con las hormigas que cruzan los senderos de tierra, correteando detrás de alguna mariposa como las que yo observo esta mañana. Y veo a un joven que está cortejando a su chica, mientras le entrega un ramo de flores compuesto de amapolas, correhuelas, adelfas y otras flores, como las que yo observo en este momento.
Otros jóvenes están pescando en el río, las pardillas, como las que se mueven hoy en estas aguas, quizás las trasportaban en cestos de juncos recolectados en estas orillas; ¿Y las ranas?, ¿Serían parte de su alimento?.
¿Observarían el vuelo del águila perdicera y del ratonero, como yo los observo hoy?. ¿Temerían a el escorpión y a las arañas?, ¿O disfrutarían observándolos como hago yo esta mañana?.
En las rocas de la orillas las nutrias han dejado sus excrementos, a modo de señales, estos excrementos están compuestos por restos de cangrejo americano, introducido como saben hace años. Pero hace miles de años las nutrias y posiblemente los paisanos de estas tierras comerían cangrejos autóctonos, cangrejos ibéricos, eran otros tiempos.
Cerca ya del mediodía yo me retiro buscando sombra y descanso, supongo que aquellos hombres de antaño harían lo mismo, buscando la sombra de alguna encina, algún fresno e incluso se bañarían en las cristalinas aguas de estos ríos.
Juan Carlos Delgado Expósito