Ayer por la mañana, cuando por aquí estaba empezando la famosa ciclogénesis explosiva, me dí un paseo por la solana de una dehesa de la Sierra Sur sevillana.
En la dehesa los cochinos andan ya de montanera, ya les hablé en alguna ocasión de lo que es la
Desde la Baja Extremadura, por Juan Carlos Delgado Expósito.
Ahora que escribo estas líneas, es por la tarde y está el cielo totalmente cubierto y hace acto de presencia algo de lluvia; pero esta mañana mientras paseaba por la dehesa de encinas, el sol estaba afuera, aunque también había nubes y el cielo por algunas zonas del Noroeste andaba algo aborregado como dicen por estas tierras. El viento soplaba a ratos más bien del Norte. La lluvia de este fin de semana ha dejado cuarenta litros por metro cuadrado y también la lluvia ha dejado charcos en los caminos y barro, “esta noche ha llovido mañana hay barro”, decía una vieja canción popular.
En la dehesa los cochinos andan ya de montanera, ya les hablé en alguna ocasión de lo que es la montanera, ahora en esta finca por la que me muevo esta mañana de diciembre, “La Cuesta” de Fregenal de la Sierra, los guarros van de encina en encina aprovechando ese maravilloso fruto que es la bellota; algunos cerdos levantan el hocico y me miran con curiosidad, otros continúan con las bellotas y hozando la tierra húmeda del encinar. Un bando de unos cincuenta jilgueros van de un lado a otro, posándose en los cardos secos que quedan entre las encinas y emitiendo sus cantos jilguerilis; un milano real planea con ese vuelo característico que parece que esta cansado entre las copas de las encinas, algo más alejada pero a más altura una cigüeña blanca hace lo propio. En las ramas arqueadas de los rosales silvestres cargados de escaramujos se posan grupos de trigueros que emiten sus trinos.
Los fresnos ahora ya desnudos de hojas, dejan ver sus esqueletos de madera e incluso alguna rama ya enseña sus brotes, cuando hace escasas semanas o días que se despojaron de sus hojas. Entre sus ramas se observa ahora un nido que bien podría ser de algún cuervo.
En los alambres de espino se posa una pareja de tarabillas, el macho y la hembra y a lo lejos entre las encinas se oye el canto del carbonero común, cuando un conejo cruza el camino a unos metros delante de mi.
Algunas plantas de mandrágora están floreciendo al pie de las encinas en un rincón algo más húmedo. Un grupo de avefrías vuela bajo emitiendo sus reclamos de alarma.
A lo lejos se oye ruido de motosierras, es tiempo de poda en los encinares, de hacer leña, pero sobre todo es tiempo de montanera.
Juan Carlos Delgado Expósito