Charrán patinegro. Marismas del río Odiel. Huelva.
Francisco José Hernández Fernández
Francisco José Hernández Fernández
Una de las plantas con peor reputación a lo largo de la historia, es sin duda alguna, la Mandrágora (), también conocida con los nombres de Manzana de Satán, Manzana del amor o planta de Circe. Al parecer el nombre de mandrágora procede del griego, que quiere decir algo así como “dañino o nocivo para el ganado”. Se trata en este caso de la mandrágora hembra, pues existen otras variedades como la mandrágora macho, que por estas latitudes no parecer encontrase. Pertenece a la familia de las Solanáceas, esta es una familia de plantas muy importantes desde diferentes puntos de vista, tanto medicinal como económico; así en este grupo de plantas encontramos a la patata, la berenjena o el tomate.
La mandrágora es una planta herbácea de entre 10 y 20 centímetros de altura, con raíces gruesas, carnosas, ramificadas, desde la antigüedad se le atribuye forma humana, muy tóxica ya que contienen alcaloides. Las hojas son pecioladas, ovales de hasta siete centímetros de largo y dos o tres de ancho, con el margen ondulado. Flores solitarias, axilares, con cinco sépalos y de color violeta claro. El fruto es una baya oval de color anaranjado.
No es muy frecuente al menos en Fregenal, solo la he encontrado en una zona muy concretamente en un encinar adehesado, hacia el Norte de la población; fueron localizados a principios del año dos mil, un total de entre sesenta y setenta ejemplares, en unos veinte metros cuadrados y aun hoy enero de 2011 se sigue reproduciendo allí.
Referencias a la Mandrágora aparecen ya en los papiros egipcios 1500 años antes de Cristo. Así en el papiro de Ebers se la considera como un excitante sexual, se le denomina con el nombre de “dujajim” algo así como el fruto que excita el amor. También en una estatua funeraria de Ja, aparece la planta decorando su silla. En la tumba de Nakht se encuentran cestas llenas de frutos de mandrágora, y en la tumba de Tutankamon 1350 años antes de Cristo, había un collar confeccionado con raíces de la planta. Y son numerosas las apariciones de mandrágora en el mundo egipcio, pues parece que sin duda era una ?droga? muy utilizada en la época.
La utilización de la mandrágora también la encontramos en el libro del Génesis (XXX.14,15,16). Se dice que Raquel fue madre gracias a una infusión de mandrágora.
Los druidas galos utilizaban la planta para luchar contra el mal de amores entre los amantes, para recolectar la planta había que hacerlo con una hoz de oro. Homero en su Odisea también nos habla de los poderes de esta planta, al parecer podía atraer a los hombres y hacer que la amasen, para después transformarlos en animales y llevarlos a sus establos.
Otra curiosa historia que se cuenta para recolectar la planta es cuando menos, pintoresca, al parecer la planta no debía de ser tocada por la mano de la persona que fuera a sacarla de la tierra, pues caería fulminado en el preciso momento en que se sacara de la tierra. ¿Entonces cómo había que sacar la planta?. Había que atar una cuerda al cuello de un perro negro, el animal al sacar la planta moría en el momento. A la vez la persona que se encontrara cercana al lugar debía tocar el cuerno o taparse los oídos para no escuchar los gritos que la planta deja oír cuando es arrancada de la tierra.
Más recientemente, lector habrá encontrado referencias a esta planta en las historias de Harry Potter o en la película “El laberinto del fauno”.
Muchas de las brujas que fueron condenadas por la Santa Inquisición ardieron en la hoguera en la época medieval por utilizar esta planta, estas brujas utilizaban la planta para fabricar los ungüentos con los que llegaban a un grado tal de intoxicación, que ellas creían volar entrando en un estado de alucinación y euforia verdaderamente importante, así las brujas volaban pero con la imaginación.
En Fregenal de la Sierra no sabemos si hubo brujas y si se le dio alguna utilización a esta planta, pero lo que si sabemos es que tenemos una curiosa planta dentro de nuestra flora frexnense, otra más de la gran riqueza de nuestra tierra.
Juan Carlos Delgado Expósito