m. Pariente marinero de la lombriz de tierra cuyo rastro…
nevatica.
f. Vernáculo con el que designa en 1526 Gonzalo Fernández de Oviedo a la lavandera (Motacilla alba), en el “Sumario de la Natural y General Historia de las Indias”.
Por andar poniendo una pata tras otra por la orilla del río, en vez de andar como anda un gorrión por la acera, a saltos, con las dos patas juntas como en una carrera de sacos; por ese caminar, se llama lavandera o andarríos o señorita, a un pequeño pájaro gris y blanco, blanco y negro, de cola larga, y andar de mujer que baja al río a lavar la ropa. Llega en bandadas la lavandera durante el ocaso, y duerme comunalmente en los cipreses de la avenida de Cesáreo Alierta, en Zaragoza. Hace años, dormía en los carrizos, y en los sauces blancos del río, mientras las familias del barrio de la Magdalena y de San Pablo preparaban las redes para trampearlas al echadero en los pasos otoñales, con una voz de pájaro que salía de pequeños silbatos metálicos. Hoy, la lavandera, ha cambiado la noche fría del campo por la noche de Madrid, de León, de Barcelona: duerme en los árboles de las plazas, a miles, y, de día, vuela para caminar por esos sembrados que se alejan del centro de la ciudad como el mar en las mareas equinocciales. Esta noche, cuando caigan las oriónidas al cielo oscuro del río, la lavandera, en su ciprés iluminado de farolas, estará curando sus recuerdos, y muriendo a la vez un poco, en un no vivir, por conservar la vida.
Mónica Fernández-Aceytuno
ABC, 18-10-1999
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