Damas grises, cenicientas, grullas encenizadas. Hasta para ponerle nombre a…
Niebla, esta mañana
Incluso en los parques de la ciudad, se ve la Naturaleza entre la niebla como si soñara.
Los árboles, álamos, almeces, acacias, sauces, cedros, pinos, palmeras, cipreses, arces, robles, abedules, olmos, quién sabe, soñando con su vida en el campo.
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ÁNSARES EN LA NIEBLA
Despertar la envidia de los ánsares es algo tan imprudente como despertar su sueño en el agua de la laguna, o en el agua de la niebla, porque se revuelven; y si un zorro se acercara a ellos, o se les echara hoy el halcón encima, se verían atacados por los machos dominantes del grupo, aunque en la pelea se les cayeran a la yerba las plumas del pecho envueltas en graznidos.
Ya lo dijo el Arcipreste de Hita (1330), tal y como recoge Bernis, que “mayor rroýdo fasen é más voses sin recabdo, dies anssares en laguna que cien buexes en prado”. Y así se puede ver que lo que hoy cuento: que los ánsares de Villafáfila, en Zamora, se despertaron ayer en el agua de la niebla, y que graznaron al menor ruido entre los campos de trigo recién sembrados, no es nada nuevo. Que volaron cuatrocientos kilómetros mientras la luna menguada recorría medio cielo, de este a oeste, tampoco es extraordinario. Pero es eterno, y es fugaz, como esta letra escrita.
Lo que sí puedo decir, y esto tampoco es nuevo, es que siempre ha habido aves migradoras que han sabido por las estrellas o la tierra o la luna, muy bien adónde iban; y pájaros que por mucho que vuelen, no se mueven del sitio.
Mónica Fernández-Aceytuno
ABC, 29-11-1999
Aceytuno.com