Pocas cosas me gustan más que las lumbraradas de primavera, bajo la lluvia, subiendo el humo blanco desde el valle con ese olor dulce del humo de leña al que se va uniendo ese otro olor a las manzanas y a las ciruelas que ya no dará esa rama del frutal que, tras podarse, hoy se quema.
Con el ocaso, las hogueras se van apagando y, entre el aroma dulzón del aire que oscurece, y los rescoldos rojos como manzanas como ciruelas como cerezas en plena noche, se diría que más que ramas, se quemaron promesas de frutos.
Mónica Fernández-Aceytuno
Mónica Fernández-Aceytuno