f. Sauce (Salix atrocinerea).
apeonar.
Se dice de un ave: andar aceleradamente sin llegar a volar.
En el Pirineo oscense, una perdiz de plumas blancas excava huecos en la nieve durante el ocaso para pasar la noche a cubierto, al calor de la nieve ya oscura; informa desde Bielsa, Domingo de Mur, guarda mayor de la Reserva Nacional de los Circos. Vive la perdiz nival en la alta montaña, por encima de los dos mil metros, y solo si sabes donde campa, puedes verla. Domingo afirma que, una vez localizado un bando de perdiz nival cubierto de nieve, si pasas con cautela, antes que apeonar, antes que volar, la perdiz se queda quieta, de piedra, confiada en su blancura. Sin embargo la perdiz nival –Lagopus mutus– no siempre es blanca. En verano lleva en las plumas el color de su tierra y estos días de tanta nieve sólo le queda oscura la cola, el pico, los ojos, las cejas; el resto, hasta las patas, tiene plumas blancas: se cubren de nieve casi por completo en familia, o en pareja, para no helarse en las noches consteladas.Mientras, las arrugas por donde se me van los gestos de cada día, de cada año, empiezan a recordarme a las cárcavas de una meseta. Espero que la escorrentía que causa el tiempo no arrastre también la mirada, la realidad de una perdiz de plumas blancas que dormirá esta noche al calor de la nieve.
Mónica Fernández-Aceytuno
ABC, Viernes 2-1-1998
Aceytuno.com
“Ahora no puede verlo, que baja la cuesta. Solamente el sombrero se le discierne, acullá, al ras de la nieve. Parece un pájaro negro que apeona.”
“El resplandor de la hoguera”
Ramón del Valle-Inclán