Buenas tardes, Mónica.
Hace años, en un verano de mi época de estudiante en Extremadura, acompañé a un viejo cazador a un puesto de tórtolas junto al remanso de un arroyo, a la sombra de un impresionante árbol. Un sitio fresco para esas épocas del año.
Cuando nos acomodamos, me pidió que me fijara cómo, cuando sonara el primer tiro, aparecerían enseguida varios galápagos. Como lo miré extrañado, me explicó que llevaba más de cuarenta años tirando tórtolas en el mismo sitio, y que estos animales eran capaces de asociar y recordar de una temporada para otra que tras el disparo tenían la posibilidad de cobrar las piezas que caían al agua.
Finalmente, no tuvimos que disputar con ellos el cobro de ningún pájaro, pero sí pasamos una mañana de cacería observados fijamente por media docena de pacientes galápagos.
Cada vez que veo uno de ellos no puedo evitar acordarme de este señor, muerto ya hace tiempo.
Te adjunto la foto del más grande que quizá haya visto, en un modesto arroyo de la provincia de Sevilla.
Saludos. Pedro