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De nada le ha servido a la M-40 su murmullo de catarata continua, ni a los niños gritar en el recreo, ni a las nubes tronar sobre el campo, porque el primer bramido fue tan fuerte que se abrió paso entre todos los sonidos.
Se iba la luz y el charrán seguía pescando, guiado por el brillo de los alevines en el agua, mientras la luna llena comenzaba a salir y los azulones regresaban a tierra.
La comarca cacereña de La Vera, situada al norte de la provincia, es un enclave privilegiado para los amantes de la naturaleza. Crónica de Pilar López.
Manu