ACTUALIDAD NATURAL
ABC, 25-9-2006
ABC, 25-9-2006
Yo quise conocer el mundo, en realidad, lo quise todo, antes de saber, de aprehender con todo mi ser, la velocidad que lleva la Tierra.
Treinta kilómetros por segundo, se me quedó grabada la cifra. Lo cual significa que nos desplazamos a una velocidad aproximada de cien mil kilómetros a la hora; es decir, que yo aquí, sin moverme de casa, recorro millones de kilómetros por el Universo, y trazo con todo una órbita. Dicho así parecen datos de colegio, pero hay veces que la vida por alguna circunstancia te deja algún tiempo para pensar, yo creo que es la oportunidad que Dios nos da para que caigamos del guindo, y entonces te das cuenta de lo que viajas sin hacer nada, sólo viviendo, que incluso después de muerto, sigues dando vueltas, a treinta kilómetros por segundo.
Poco a poco, tras este sencillo descubrimiento, ya no le pides más a la vida que quedarte en el sitio el mayor tiempo posible, y se te antoja el no pasar nada de cada día, como lo mejor que te puede suceder en la Tierra. Esta actitud, no tiene que ver con la vejez y la madurez y esas cosas, es sólo un antes y un después de ser consciente de cómo el sol va saliendo cada vez más hacia el Este, si es como ahora primavera, y te parece que nada puede haber más importante que este movimiento, que entraba el sol por la puerta de la cocina, y al día siguiente también por la ventana orientada al Norte.
A la observación, que no se obtiene más que estando quieto porque si no todo sería un puro mareo, se unen otros afanes de inmovilidad. Al principio, sólo afectan al trabajo, que incluso ascender resulta un disparate, comparado con el lujo de permanecer en el sitio.
Después miras tu casa, y te das cuenta de que no está tan mal, que no hay necesidad de ir a otra parte, y que tu marido es un encanto y que tus hijos, aunque no sean rubios y con los ojos azules, son los más guapos del mundo. Frente a la velocidad y el cambio y el viaje para ver algo nuevo, tú sólo quieres estarte quieta y contemplar lo hermosa que es tu propia vida, y este sol de la cocina conquistando la ventana que da al Norte.
Mónica Fernández-Aceytuno
ABC, 26-4-2003