El campo está como cansado, como si en vez de estar a las puertas de la primavera estuviéramos en vísperas de San Miguel.
Joaquín
El campo está como cansado, como si en vez de estar a las puertas de la primavera estuviéramos en vísperas de San Miguel. Está asustado ante lo que se le viene encima. La sequía, la más grave que he conocido en mi vida de agricultor, está acabando con todo. Gracias a las lluvias abundantes de los dos ultimos años que han repuesto embalses y acuíferos se salvan por el momento los cultivos de regadío. Las tierras de la imágen, preparadas con mimo para recibir la semilla de los cultivos de verano, no se sembrarán a menos que cambie radicalmente el tiempo, lo que a la vista de las previsiones meteorológicas a medio plazo no parece probable. Y mientras, los cultivos de invierno como el trigo que se ve a la derecha de la fotografía, están dando ya la cara y en unos días cambiarán su color verde por el pajizo del pasto seco.
El agricultor es hombre de fe y por tanto de esperanza, y está preparado para soportar los desastres naturales. Menos preparado está para capear los cambios de la política agraria comunitaria con los que desde Bruselas nos amenazan. Quizás este año nos pueda servir, como si de un ensayo general con todo se tratara, para darnos cuenta de cómo quedarían nuestros pueblos y aldeas si Europa abandona a su suerte a la agricultura en favor de un etéreo desarrollo rural y de una dependencia de países terceros en lo que a nuestra alimentación se refiere.
Un abrazo. Joaquín
Joaquín