Ya no me acordaba de lo que quiere decir, en la sierra de Grazalema, parramero.
Mónica Fernández-Aceytuno
Mónica Fernández-Aceytuno
Dando el pasado día 13 una vuelta por los lechines viejos de la linde del Pinalejo me encontré cara a cara con una lagartija que me miraba con la misma curiosidad con que yo la miraba a ella. Estaba a la sombrita de una piedra, en un rodal seco y soleado, posiblemente haciendo un aguardo. No se inmutó con mi presencia. Incluso se atrevió a salir de su refugio caminando despacito, con mucha coquetería, dejándose admirar, hasta pararse encima de otra piedra donde posó con gran profesionalidad, como puedes advertir en la segunda imagen.
Se trata de un precioso ejemplar de lagartija colilarga (no hace falta decir el porqué de su nombre), Psammodromus algirus en la clasificación de Linneo. Si digo que por su comportamiento debería ser hembra, seguramente me tacharás de machista. No quise cogerla para medirla pero me dio la impresión de que su cuerpo, sin incluir la cola, tendría alrededor de diez centímetros. Su elegantísima belleza está fuera de toda duda.
Un abrazo. Joaquín