Como si las hojas tuvieran otro sol, así parecían alumbrar…
La Granja
¡Qué día tan azul y tan dorado pasamos en La Granja!
Además de las hayas y los castaños, había un gran Pinsapo (Abies pinsapo), tal y como me hizo apreciar Lola, mi amiga y compañera de carrera, al recordarme un viaje a Grazalema.
Los pinsapares viven fieles a su tierra, arenosa y suelta, y es difícil que salten sus barreras orográficas, aunque, a veces, el pinsapo, gracias a la resina de las escamas de sus piñas se pegan con los piñones al ala, al pico o a las patas de un pájaro, de tal manera que germinan alejados estos piñones que viajan en las alas de los pájaros, dando unos brinzales asilvestrados que suelen secarse en verano. Sin embargo, cerca del cortijo de Monte Higuerón, a varios kilómetros del pinsapar de Grazalema, vive, o al menos vivía, un pinsapo de más de 30 años que nació por migración ornítica.
No es el caso de este pinsapo de La Granja que, con toda probabilidad fue plantado, pero que igualmente resulta una maravilla verlo, tan verde, tan alto, al lado de los castaños y de las hayas que con sus hojas, llenas de dorados y de ocres, constituían una estampa otoñal llena de fuerza con el azul profundo del cielo al fondo.
No pude detenerme a hacer muchas fotos, al ir acompañada de mis padres, de quienes siempre me parece que no debo de quitar mucho la vista de encima, pero la verdad es que disfrutamos con el paseo, aunque muy corto; y con mi amiga Lola, de amistad tan duradera.
Saludos,
Mónica