La costa gallega es tan hermosa que al mirarla se tiene miedo de que pase el tiempo. Es amplia, limpia y abierta. Libre, como era la libertad antes de que nadie la nombrara.
Mónica Fernández-Aceytuno
Mónica Fernández-Aceytuno
Ave del Paraíso
Hace algún tiempo tuve la ocasión de contemplar una filmación sobre una pareja de ejemplares de las llamadas Aves del Paraíso.
No es fácil describir estas criaturas a no ser por medio de fotos o dibujos de un buen profesional.
Desconozco número y variedad de estas especies, tamaño, color de sus plumas etc., No me parece que supere el número y variedad del Colibrí que son bastante numerosos.
Solo pretendo comentar el galanteo de una pareja en su ambiente natural, Papúa Nueva Guinea. La belleza de estos pájaros, especialmente el macho, justifica su apelativo.
El ejemplar del galán, de varios colores y sobre todo el de color negro, es una belleza. Las plumas de su cola son como varillas negras de color azabache que puede cambiar de color por el efecto de la luz, de unos 15 centímetros. El arco que describen estos apéndices tiene la perfección de un arco de puente romano, de medio punto. También podría equipararse al ojo que forma un arco Iris más cerrado en sus bases.
Al contemplar esta criatura se piensa en su capricho alimenticio, sabemos que el Colibrí como exquisito gourmet, saborea miles de néctares de flores coloreadas y olorosas. Las apetencias de este sofisticado Ave del Paraíso, son también de insectos elegidos por su calidad y sabor. No sabemos si come dietas puntuales recurriendo a un plancton de partículas aromatizado que emana filtrado de la vegetación que solo él conoce.
Sé que exagero, pero admirar un ser que no se sabe si es producto de la naturaleza o si es artificial no es fácil de distinguir o describir.
No creo que tenga enemigos o depredadores, cualquier otro ser de su entorno seguro que se sorprende o intimida ante su presencia. ¿Quién se atreve a descomponer o estrujar una perfecta anatomía adornada con delicadas plumas de colores?
El propósito de esta historia, es contar lo que vi en ¡¡¡un lance amoroso!!!
Como a todos los seres de la creación, les llega ese momento ideal, perfecto o sublime. Imagino que a media noche, noche oscura o negra y silenciosa, un canto lejano casi imperceptible, suave, como distante, se desliza entre la espesura del bosque para llegar hasta allí. Allí ella casi dormida percibe ese eco musical de un galán que busca amor. Un siseo amoroso da a entender su disposición al encuentro.
La dama mirando indiferente a su galán casi inmóvil, está atenta ante los requiebros, pensativa, indecisa y sin intención de complacencia. El a un metro de distancia en la misma rama, iluminada por los rayos del sol filtrados entre la espesura de la jungla, gesticula, abre sus alas negras como dos abanicos, mira al cielo, no dice pío, sólo hace acrobacias y mojigangas camina una y otra vez sobre el mismo tallo, no se acerca a la dama. ¿Respeto? ¿Delicadeza? ¿Quiere demostrar que es dulce y no violento como los demás? Vuelve a dar una vuelta en redondo, la mira de reojo, él le dice algo muy bajito, ella levanta el vuelo y desaparece sin decir pío. El sorprendido y abochornado ante los demás pretendientes, se queda -“aburujado-” y triste.
Cinco minutos después aparece ella arrepentida y ruborizada. No lo duda, se acerca a su pretendiente y le echa un canto como suspiro muy -“abonico-” y le dice, -“Si”-.. Quiero-?.
Jerónimo
Jerónimo