LA TERCERA RAMA
Conferencia en el Casino de Madrid
Jueves, 28 de febrero de 2013
Primera parte
Conferencia en el Casino de Madrid
Jueves, 28 de febrero de 2013
Primera parte
La piel de los árboles es su madera.
Así empieza el artículo con el que ilustro la definición de campo, tan amplia que la he dejado en cuatro palabras.
Espero que os guste.
También espero vuestras sugerencias si pensáis que tendría que ir definido de otra forma.
Un abrazo,
Mónica
campo.
m. Lugar de la tierra.
La piel de los árboles es su madera.
Como la piel de las personas, es el sol lo que más la estropea, por lo que, ya me advirtió Sergio, el carpintero, que no me olvidara de darle una mano de barniz al portalón que acaba de hacer y que es igual que el de un granja inglesa del siglo XVII, ligero y macizo, con un rombo tumbado en cada puerta para que no ceda a las presiones del sol, y con las aristas torneadas, para que se caiga la lluvia.
Ahora que lo estoy barnizando, me parece este portalón un poco más mío. Cuando veo a los marineros en el puerto pintar bajo el sol sus barcos de rojo y de azul o de verde y blanco, me parecen los hombres más felices del mundo. Al salir al mar, se tienen que sentir más dueños que nadie de sus pequeñas embarcaciones y hasta de la ría y del océano, porque la mano de pintura que le dieron al barco, va tocando el agua.
Me gustan estos portalones, así, ligeros y anchos. Las puertas tienen que ser anchas, aunque la casa sea estrecha. Me llama la atención una pieza de forja incrustada en la fachada de algunas casas que sirve para subir los muebles con una polea, porque antes entran las cosas por una ventana que por una puerta y, cada vez que se rozan los muebles en su marco, se acuerdan las puertas del que las hizo pequeñas.
Se acaba de quedar pegada en el barniz una de esas hormigas voladoras que salen antes de la tormenta. Miro al cielo. Lloverá esta tarde. Ya sopla un viento ligero que hará que el barniz se seque antes, pero también que se pegue la tierra del campo de al lado, o alguna semilla volandera de las flores del camino, y hormiga, tierra y semilla, permanecerán fosilizadas en este ámbar.
Bueno, está quedando un poco ámbar porque resalta este barniz la veta del castaño, pero es incoloro y mate. No me gustan los barnices brillantes. Y de cómo pueden brillar sin barniz las palabras, me parece un maestro Muñoz Rojas, cuando escribe de «Las puertas del campo»: «Oh campo, esta hermosura no tiene página ni espejo y sólo, a veces, se deja seducir por el temblor de la palabra, por la insinuación de la poesía. Pero ¿recogerte, encerrarte? ¿Quién pone puertas al campo?»
Mónica Fernández-Aceytuno
ABC, 16-7-2017
Aceytuno.com
Tu elogio de las puertas me recuerda una frase de Azorín, al comentar, tras pernoctar en una casa con fuerte viento:
“Esta noche las puertas han trabajado mucho”.
Azorín me encanta. Saludos Ignacio.