Esta mañana, mientras corría, vi junto al camino unas huellas que a primera vista parecían de zapato, pero que resultaron ser de alce.
Iñigo
Iñigo
Un águila que en la Isla de la Cartuja de Sevilla venía persiguiendo a un periquito cimarrón se estrelló contra la fachada de un edificio de oficinas. El periquito, que posiblemente intentaba refugiarse cerca de la gente del ataque de la rapaz, murió en el acto. El águila parecía que también se había matado pero al cabo de casi media hora despertó y emprendió inmediatamente el vuelo. La foto, tomada con un teléfono móvil cuando el águila ya se estaba espabilando, es de muy mala calidad pero no tengo otra.
En 1950, cuando Félix Rodríguez de la Fuente estaba empezando, le acompañé una tarde a probar un halcón peregrino, un neblí, que todavía estaba en fase de adiestramiento. Llevábamos en el coche una jaula con un par de docenas de palomas zuritas. Al llegar a un descampado sin árboles pero con muchas matas, cuando el halcón estaba ya dando vueltas por encima de nosotros a casi cien metros de altura, empezamos poco a poco a soltar las palomas. La reacción del halcón era rapidísima y aunque las bravas zuritas hacían todo lo posible por esquivarle, la mayoría caían en el primer ataque. Las que conseguían salvarse venían corriendo a refugiarse debajo del coche. El miedo instintivo que les inspiraba el neblí era muy superior al que nosotros les infundíamos.
En aquella época Félix había dejado ya de recoger pollos en los nidos de los halcones para criarlos y educarlos para el ejercicio de la cetrería. Nunca llegaban a cazar como los criados en libertad. A partir de entonces sólo trabajaba con halcones adultos a los que con un régimen de palo y zanahoria, de hacerles pasar hambre primero hasta que venían mansamente a comer en su guantelete, conseguía educarlos.
Un abrazo. Joaquín