Pocas cosas me han impresionado más que la puesta de…
Espejo
Me he despertado pensando cómo es posible que hubiera fotografiado a tanta gente en este viaje, cuando jamás lo hice antes.
Ni siquiera cuando vivimos en la aldea, se me ocurrió fotografiar a mis vecinos.
Muchas veces porque no me atrevía, imaginaros, pedirle a tu vecino que pose en una foto para tí, yo creo que es algo que nadie haría, y sin embargo, aún sabiendo que podría ser peligroso, tenía que hacer verdaderos esfuerzos para no fotografiar a la gente por los caminos del Congo. Me hubiera gustado no hacer otra cosa que estas fotografías.
El extraordinario fotógrafo que es José Barrionuevo me dijo que con los cristales tintados, desde el coche, era posible hacer alguna foto.
Subiendo y bajando por caminos sin asfaltar, en ocasiones llenos de barro por las lluvias, saqué estas imágenes, aunque las más bonitas, eran las de los mercados donde, por seguridad, escondía la cámara mientras miraba la belleza de todo aquello, la gente, tan digna en su pobreza, las frutas y verduras por el suelo.
En ningún otro lugar he lamentado tanto no saber pintar.
Me hubiera gustado bajar y preguntar los nombres de cada uno, como en cambio sí me atreví a hacer con Beatrice en la reserva de Bonobos.
Fue allí donde pregunté al guía cómo se llamaba un gran árbol de raíces aéreas que había a la orilla del río y me dijo que le llaman “árbol sombrilla” por la forma de sus grandes hojas, dando sombra al agua.
Si alguno lo identifica y conoce la especie, le agradeceré mucho que me lo diga.
Debajo, solían tener sus ramas nenúfares con hojas muy parecidas, como si le hubieran copiado al árbol la forma de sus hojas sobre el espejo del agua.
Puede, pienso ahora, que fotografié a la gente porque las personas en el Congo son el espejo de la Naturaleza.
Un fuerte abrazo para todos,
Mónica