m. Agalla esférica, rojiza y filamentosa que forman los rosales…
El asombro
Yo no sé si vosotros habéis visto algo parecido pero yo me quedé asombrada al observarlo.
Estaba cortando la hierba con el tractor, lo cual me hace tan feliz, o más, que navegar, ir observando mientras siego, la tierra, que tiene mucho de mar, cuando de pronto me llamó la atención la manera en la que el sol había traído, saltándose la cerca, un gran rodal de flores fucsias a crecer en mi casa.
Ya os comenté que había decidido dejar una parte de jardín y otra parte silvestre para que entraran las ovejas, y aunque de momento no ha venido más que un burro, os diré que está quedando precioso, ese contraste del jardín cuidado como una rosa, con la parte silvestre justo al lado, separados por una frontera de seto de boj que va trazando curvas.
Aún no he decidido qué parte me gusta más.
Y en esa parte silvestre, me emocionó, la verdad, mirar cómo las ortigas hediondas habían venido a florecer.
Les daba encima el sol del atardecer que era como otra flor porque se diría que la luz olía y a la vez tenía esa belleza que sobrevuela las flores, como de pétalo transparente, por lo que detuve el tractor y me senté, sencillamente, a mirarlas, cuando, de pronto, observé que había un enjambre de abejorros libándolas.
En ese momento descubro, para mi asombro, que llevan algo en las patas. No todos. Sólo algunos, pero resultaba tan llamativo que era imposible no verlo, aunque no lo hubiera visto en mi vida.
Espero que lo apreciéis, como yo, ahora en las fotos que, claro, fui corriendo a hacerles antes de que desapareciera, con el sol, toda la escena.
Leo ahora que a esas cestas de polen prensado que llevan en este caso las hembras de abejorro para recolectar el polen se les llama corbículas y que puede haber en cada una varios millones de granos de polen.
¡Parece mentira que puedan volar con tanto peso en las patas!
Ese color intenso anaranjado, casi rojo, es por el color del polen de estas preciosas ortigas a las que llaman muertas, porque no pican, pero que están llenas de vida.
Ya sólo por ver esto, ha merecido la pena dejar asilvestrada una parte de la tierra.
Un fuerte abrazo para todos,
Mónica