Me parece interesantísimo este video que nos acaba de enviar Pilar con el sonido que emitía ayer por la tarde una chicharra.
MF-A
MF-A
A esta abeja laboriosa le da igual que sea diciembre entrado en fechas y que sean pocas las flores de romero que quedan en las matas que miran, desde la montaña, al Mediterráneo.
Las distancias no le asustan, y sabe que aún quedan flores rosas en los brezales y amarillas en los tojales.
Y que en su sacos de polen aún hay cabida para mucho alimento más.
Las obreras recolectoras han desarrollado en el transcurso de su evolución un perfecto y complejo sistema de comunicación entre las que se quedan en la colmena y las adelantadas, es decir, las abejas exploradoras. Cuando estas salen a buscar alimento y localizan un “filón”, regresan a la colmena para comunicar a las demás la naturaleza del mismo así como la dirección y distancia que hay hasta el lugar donde se encuentra.
Para conseguir lo primero, las abejas exploradoras se valen del néctar y del polen que llevan adheridos a su cuerpo, paseándose por la colmena para que las recolectoras puedan olerlo con sus quimiorreceptores; para comunicar lo segundo, ejercitan una danza con movimientos circulares repetidos, hacen vibrar su abdomen y tienen en cuenta la posición del sol. Y si este no lo hubiere, toman como referencia los datos que les aportan los rayos ultravioleta y la polarización de la luz.
De su memoria y capacidad para llevar a cabo las múltiples funciones y respuestas sensoriales que se necesitan para realizar estas acciones aún queda mucho por debatir.
Y la protagonista es: Apis mellifera, la abeja melífera común.