A medida que la arquitectura provoca mayor asombro, va necesitando cada vez más de la sencillez de la rama, del vuelo del pájaro, del aire y de la luz y del reflejo del agua.

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A medida que la arquitectura provoca mayor asombro, va necesitando cada vez más de la sencillez de la rama, del vuelo del pájaro, del aire y de la luz y del reflejo del agua.

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Hace unos días estuve en la exposición titulada “Metonimia” de Cristina Iglesias en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid.

Me entusiasmó.

Como ya me gustaran en su día las puertas que hizo para la ampliación del Museo del Prado, y sobre las que escribí en 2007:

Se diría que la obra del arquitecto Rafael Moneo para el nuevo edificio del Museo del Prado necesitaba esas puertas de bronce de la escultora Cristina Iglesias, con motivos vegetales, para que resultara humana.

Así, de lejos, me recuerdan estas puertas a la trama del tronco de un tulipero de Virginia de más de cien años, porque los árboles tienen al principio de su vida los troncos lisos y luego se les empieza a notar en la corteza el relieve de un dibujo peculiar en cada especie que se hace más evidente con el paso del tiempo, como si de las venas de las manos de un anciano se tratara. En el caso del tulipero, la trama es oscura y hace una suerte de rombos muy profundos como los que deja, en relieve, el agua del mar sobre la arena cuando baja la marea…Leer más de mi artículo PUERTAS DEL CIELO

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Mi afectuoso saludo,

Mónica Fernández-Aceytuno

@aceytuno en Twitter

FOTO: Detalle de una escultura de bronce y de agua. De la exposición “Metonimia” de Cristina Iglesias.

AUTORA: MF-A

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