Me pregunto si habrá ya castañas y si el arrendajo…
¿Sabías que el paíño no se asusta cuando los investigadores lo alumbran en su cueva y que al llegar a tierra, llevan olor a paíño?
Sólo aquellos que navegaron por los islotes que hay fuera de puntas, desde el País Vasco hasta Galicia, conocen el olor a paíño.
Si no fuera porque los pescadores lo podrán ver hoy volar con vuelo de mariposa para beberse, del mar, el plancton y ese aceite que envuelve los descartes de pescado, se diría que no es posible que pueda existir ésta, nuestra más pequeña ave marina. El paíño es diminuto como un gorrión, oscuro como un mirlo y, ¿ya lo he escrito?, vuela como una mariposa. Las tempestades los arrastran por los horizontes y parece imposible que puedan dormir en este mar tan bravo; que sólo para la cría se posen en los más alejados islotes. Según Estanislao Fernández de la Cigoña, buscador de paíños, cuando los alumbras en su cueva, al no conocer de cerca el paíño al hombre, ni siquiera se mueven, y se dejan tocar las plumas, cuyo aceite es el que les da su olor, como al único huevo que incuban, y como a todas las rocas de la isla. Al regresar a tierra, huelen las manos y el pelo y la ropa, a los islotes que hay fuera de puntas.
Los pollos han volado ya de sus cuevas, pero ni siquiera el mar rompiéndose en espuma, será capaz de borrar el olor a paíño.
Mónica Fernández-Aceytuno
ABC, Lunes 20-11-2000
aceytuno.com