Amanece un día despejado, el cielo muy azul. En el aire se mezclan los olores o los perfumes de numerosas flores; la dehesa explota de color, explota de sonidos.
Cuando en mi espacio casero, repaso las fotos del día en mi ordenador, las sorpresas son a veces ¡maravillosas e increíbles!
Juan Barba Vidal
¡Cuántas veces nos cruzamos con esos pequeños seres vivos que pasan desapercibidos a nuestros 180 grados de visión!
Cuando nacen, se agarran a ese diminuto lugar y ahí se quedan el resto de sus vidas. No necesitan viajar, ni conocer otros mundos. ¡Lo harán sus hijos! Tienen claro cuál es su misión en la vida. -¡Seguro que tienes nombre! ¡No me contestó! – No importa, te llamaré… ¡bella!
¡Claro está que no pasé de largo ésta vez! Apunté con el objetivo de mi cámara y apreté el interruptor.
Cuando en mi espacio casero, repaso las fotos del día en mi ordenador, las sorpresas son a veces ¡maravillosas e increíbles! Porque la visión de mis ojos se queda pequeña, ante la tecnología humana y…, ahí estaba ella (no la bella) ¡la bellísima! Tan bonita, maquillada, con sus zapatitos nuevos y esperando paciente, a que un turista pasara y oliera su perfume embriagador, viera su belleza, se posara en ella y le dejara la semilla de la generación, esa que buscará vida en otro rincón, en otro lugar. ¡Tal vez!
Juan Barba Vidal
Juan Barba Vidal