m. Denominación que recibe la encina localmente en España, y…
ciprés.
m. Cupressus sempervirens.
En los enhiestos cipreses que se plantaban en las entradas
de las casas para dar la bienvenida, anidan los jilgueros.
Se oye su canto tras los responsos, en los camposantos.
Salen volando del verdor seco del ciprés con sus plumas
amarillas, negras, blancas, rojas, que dan nombre a estos
pájaros por sus tonalidades de sirgo, de paño de seda de
muchos colores. Sirgueros se les llamó antes que jilgueros.
Además de pájaros cantores dentro, el ciprés tiene unas piñas
del tamaño de una nuez, redondas y leñosas; estróbilos
que al abrirse muestran las cruces de cuatro brazos que ponía
Gaudí en lo más alto. Los ingenieros de montes han discutido
mucho de los cipreses, incluso para reverdecer los
desiertos, por su enorme resistencia a la sequía y al fuego,
aunque tengan forma de llama. Su sombra es alargada y
puebla los cementerios dando la bienvenida, entre cantos
de jilguero, a otra alma.
Mónica Fernández-Aceytuno
De “El viaje del agua”
FUNDACIÓN AQUAE