Cuando me acerqué más de la cuenta, levantaron hacia el mar el vuelo.
Mónica Fernández-Aceytuno
Mónica Fernández-Aceytuno
El domingo pasado me sorprendió ver un autobús aparcado en el arcén de la carretera. De él salía un numeroso grupo de personas. Cuando estuve más cerca me dí cuenta de que se trataba de japoneses que se afanaban en fotografiar y fotografiarse en una de las pocas siembras de girasol que este año están medio qué.
No me extrañó ver el interés de los japoneses por las imágenes de los campos en flor. En Japón, en el caso de los mirasoles, llegan a montar plataformas elevadas para facilitar tanto su observación como el trabajo de los fotógrafos.
Esta afición a las flores y, más concretamente, a los girasoles, la han extendido al arte. Hace más de 30 años un magnate japonés adquirió en una subasta de Chistie’s uno de los óleos con girasoles pintados por Van Gogh pagando por él una barbaridad. Cuando regresó a su país fue recibido como un héroe, formándose en Tokio colas enormes para admirar el cuadro que, actualmente, se exhibe en el Museo de Arte Moderno.
Y otra noticia más relacionada con Japón y los girasoles. Tras el tsunami que arrasó la central nuclear de Fukushima se puso en marcha una operación de descontaminación del suelo que ya se había practicado en Chernobil, aprovechando la capacidad de algunos vegetales para adaptarse a altos niveles de radiación, absorbiendo isótopos radiactivos y almacenándolos después en su biomasa. Se trata de una tarea de biorremediación. En épocas en las que los niveles de radiación eran muy altos, al no poder emigrar en busca de entornos más favorables, muchos vegetales se vieron obligados a desarrollar mecanismos que les permitieran sobrevivir. Es el caso del girasol. Al finalizar su ciclo vital se recolecta toda la planta y se almacena en las mismas condiciones que se hace con los residuos radiactivos.
Curiosamente los monasterios budistas tomaron una parte muy activa en esta práctica, no sólo cultivando girasol en su entorno sino también repartiendo semillas para que los muy motivados japoneses pusieran su granito de arena sembrando pipas en los terrenos contaminados en los que no eran factibles otros cultivos.
No sé si los japoneses, bien vestidos y con buen aspecto, estaban recordando a Van Gogh o más bien pensaban en la central nuclear. Me hubiera gustado preguntárselo pero cuando me acerqué a ellos salieron corriendo hacia su autobús tras saludarme muy ceremoniosamente con repetidas inclinaciones de cabeza.
Un abrazo. Joaquín
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FOTO: Campo de girasoles
AUTOR:Cristóbal
Joaquín
AUTOR DE LA FOTO: Cristóbal