La verdad, es que así, contra el azul del cielo, más blancas que negras, mirando desde su atalaya el verano que empieza, incluso me han gustado. 

Mónica Fernández-Aceytuno

La verdad, es que así, contra el azul del cielo, más blancas que negras, mirando desde su atalaya el verano que empieza, incluso me han gustado.

Mónica Fernández-Aceytuno

Aunque la urraca no es desde luego mi ave preferida, al menos tengo algo que observar en la ciudad, donde las aves utilizan como perchas las antenas para ensayar sus primeros vuelos.

De los nidos que ya descubriera en invierno en los parques, con la cúpula de ramas que ponen sobre ellos las urracas, han salido los primeros pollos a volar mientras los progenitores hacen más ruido que nunca, como si les dieran, a gritos, instrucciones.

De ahí que, su llamada, haya atraído también mi atención esta mañana y al salir, me haya encontrado con el ir y el venir de estas urracas desde las antenas de los tejados, a los árboles del parque. La verdad, es que así, contra el azul del cielo, más blancas que negras, mirando desde su atalaya el verano que empieza, incluso me han gustado.

Buen día,

Mónica

Las oigo en todas partes, y se han escondido en mi bosque, donde sólo quería cantos de pájaros y no estos graznidos de vieja de la urraca. Más que mi propia vejez, me duele que el bosque haya envejecido de esta manera y le hayan salido estas arrugas que son las pegas, las picarazas: las urracas. Lo curioso es que justo hoy que escribo de ellas, están calladas, como si supieran que, peor que un perdigón o un chinazo de tirachinas, son las palabras… Leer más del Fondo de Artículos LAS URRACAS

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