A la espalda tras un muro se ve el jardin del Pazo de San Lorenzo,con ecos rosalianos y valleinclanescos.
Carlos
Carlos
La arbolea, como dirían en Sevilla, de los países bálticos, es de una enorme belleza. Tanto los caducifolios como los pinos y abetos están en estos días de noches blancas desplegando todo su esplendor. Entre todos ellos, quizás porque despiertan mis recuerdos infantiles, me quedo con los tilos, ahora en plena floración. Los de la fotografía están en la ciudad alta de Tallin, la capital de Estonia, proclamada, con todo merecimiento, Patrimonio de la Humanidad.
En el magnífico parque de Caldas de Reis, en la zona próxima al río Umia, hay una avenida plantada de tilos. En el mes de agosto se desprenden muchos frutos que de niños recogíamos para vendérselos a los agüistas por poco más de un patacón el puñado, una perra gorda. Nuestro argumento de venta le encantaría ahora a los partidarios de la comida ecológica: “Nuestra tila es totalmente natural y fresca. Nada que ver con la que venden en la botica por dos reales, que sepa Dios cuándo la han envasado y por cuántas máquinas habrá tenido que pasar”.
Un abrazo. Joaquín