16:47 Hasta el vidrio de las botellas, se redondea con las olas.
El océano une a las especies
Esta es otra de las aves que observé antes de irme de Bogotá y que me recordó en principio a nuestros gorriones.
Luego me di cuenta de que tenía en la cabeza una cresta y aunque recibe también la denominación de gorrión andino, se le llama en Colombia, por esta cresta, copetón.
Antes de despegar, ojeando en el aeropuerto un gran libro sobre las aves de Colombia que ya no vería, me di cuenta de cuánto se parecen las aves marinas a las nuestras porque había fotos de ostreros, chorlitejos y correlimos idénticos a los nuestros, pero ¡qué diferentes eran las aves de tierra adentro! con tanto colorido y esas colas larguísimas por las que reciben una suerte de colibríes el nombre de cometas.
Lo cual me llevó a pensar al despegar y observar las montañas que rodean la extensísima ciudad de Santa Fe de Bogotá, verdes y blancas de las nubes que en ellas quedan atrapadas hasta formar bosques de árboles y de nieblas donde habitan todos estos pájaros de colores brillantes e irisados como para que puedan verse entre ellos. Me llevó a pensar, escribía, algo que leí no hace mucho, aunque no recuerdo dónde, sobre que nos parecíamos más a los italianos que a los franceses porque el mar nos une y las montañas nos separan.
También las especies de aves, tan alejadas por el océano, eran muy parecidas a las de nuestras costas, como si el agua las uniera y, sin embargo, las aves que vuelan tras las montañas no se parecen en nada a las nuestras.
Ni siquiera los gorriones son los mismos, y aunque a esta ave se le llame gorrión andino, la especie es otra: Zonotrichia capensis, un fringílido que recuerda vagamente a nuestros escribanos cerillos.
¡Cómo me hubiera gustado quedarme en Colombia!
Ojalá regrese con más tiempo algún día.
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Buen día,
Mónica