Como la sed, será la necesidad de belleza. O eso…
Miguel de Cervantes
Yo no entiendo por qué la lectura pública del Quijote no empieza por el prólogo, siendo también de Cervantes.
Leo: “Desocupado lector…” y me emociono porque nos habla a cada uno, a través de los siglos. Después desgrana las dificultades que tuvo para escribirlo, como si el prólogo hubiera sido lo más enojoso de su obra… “Sólo quisiera dártela monda y desnuda, sin el ornamento de prólogo”. Para luego confesarnos que lo que más le costó no fue la obra, sino el prólogo: “Porque te sé decir que, aunque me costó algún trabajo componerla, ninguno tuve por mayor que hacer esta prefación que vas leyendo”. Y habiéndole costado tanto, ¿cómo es posible que le hagamos hoy el feo de saltárnoslo todos los años?
Tiene el prólogo adjetivos que me encantan: avellanado, antojadizo, poltrón; y además esa manera de darse cuenta de que, en cada uno, las mismas palabras serán distintas: “Procurad también que leyendo vuestra historia el melancólico se mueva a risa, el risueño la acreciente, el simple no se enfade, el discreto se admire de la invención, el grave no la desprecie, ni el prudente deje de alabarla”.
Después cruzo yo por el Quijote como si lo hiciera por un río que saltara entre las piedras. Para leerlo todo seguido, necesitaría una tarea, como la del profesor Ceballos con la Flora del Quijote, donde encuentra los olvidos de Cervantes con algunas especies como el pino, que aún transcurriendo la obra por bosques de pinos, no se nombran los pinares en todo el Quijote. Por el contrario, la especie de árbol más nombrada, hasta veinte veces, es la encina, y otras veinte se nombran sus bellotas, que suelen comer don Quijote y Sancho.
Cuando entregan el premio Cervantes y veo y oigo los gárrulos vencejos sobrevolando Alcalá de Henares, pienso que, buscando las aves, tendría que leerme entero y seguido el Quijote. Ir más allá del prólogo, cuya frase final es quizás lo último que escribió Cervantes, antes de entregar su obra:
“Y con esto, Dios te dé salud, y a mi no me olvide. Vale”
Mónica Fernández-Aceytuno