Con las calles florecidas de hojas nuevas entré por vez…
Concepción Arenal
Había pasado una eternidad desde la última vez que había entrado al cine Teatro Alfonsetti.
La sala, ha rejuvenecido durante todos estos años, porque yo la recordaba mucho más vieja, y más fría, ¡qué frío hacía!, aunque todavía hoy se note la humedad de la piedra, el agua filtrada de la lluvia de los siglos bajo la corteza de la reforma.
No ha perdido, aún así, esa suerte de espiritualidad que le confiere a este cine Teatro Alfonsetti el estar pegado a la iglesia de Santo Domingo, haciendo con ella ángulo recto, de tal manera que desde los pasillos del cine se accede con total naturalidad al claustro, donde entro ahora por vez primera, gracias a la Semana Internacional de Cine de Betanzos, con el calor del sol todavía entre las cuatro paredes, y la vista completa del cielo azul y abierto, excepto por ese altísimo edificio que, al igual que un sempiterno nubarrón, se ve desde todas partes, ¡qué difícil es esconder la fealdad cuando se une al disparate!
En pleno verano, recordé al entrar los inviernos, mi abrigo negro, la bufanda y los guantes, el calor de los niños a mi lado, la tarde en la aldea y bajar a Betanzos, ¡al cine!, y esos asientos que estaban desvencijados, agujereados algunos, las pipas, y el frío, ya digo, ya recuerdo, ya siento todavía en mis huesos, de aquellas tardes de cine (no había calefacción) entre paredes de piedra.
Ahora, da gusto verlo, con sus asientos rojos tan nuevos y sus grandes tubos de aire por el techo pero, como si de un árbol viejo se tratara, todavía huele a humus y a siglos y a musgo y a lluvia y a invierno.
Me contó la otra noche en una cena Chema Paz Gago que los hermanos Pita guardaban el globo de Betanzos en el cine y que fueron los primeros en tener cinematógrafo porque traían toda suerte de artilugios de magia y de iluminación para fiestas. Luego he leído que se inauguró en 1882, y que hubo un incendio, y algunas cosas más, incluso que hubo en Betanzos un gran actor, Ricardo Nuñez, que trabajó con Imperio Argentina, “nuestro simpático paisano”… y muchas menos cosas de las que hubiera querido leer sobre este cine al que de pronto he vuelto, en verano, con alfombra roja, para homenajear la labor de una mujer que me ha impresionado, la productora Zaza Ceballos, quien dirige y produce piezas extraordinarias de cine, con la excelencia como sello, y con historias de mujeres como tema, tan singulares como Emilia Pardo Bazán, Juana de Vega, o “Concepción Arenal, la visitadora de cárceles” cuya proyección pudimos disfrutar, cómodamente sentados, en la gloria, en el cine Alfonsetti de Betanzos.
Me contó después Zaza Ceballos que una buena parte de la película se rodó en el castillo de San Felipe, en Ferrol, un edificio que fue cárcel, con la libertad del océano al fondo, y la humedad de la piedra rezumando por la pantalla, esa agua y esa lluvia que queremos a pesar de todo, empapando los recuerdos de cuando mis hijos eran niños, que nos hace seguir amando esta tierra, llena de sorpresas, ¡el cine más antiguo de Europa lo tenemos aún aquí!, nosotros, en un rincón de Betanzos, con la ilusión de la magia, de la luz que vuela en la noche.
Puede que eso sea el cine, la historia de los otros, volando como una luz por la oscuridad del pensamiento.
Es una maravilla que existan personas como Zaza Ceballos dedicadas a alumbrarnos.
El cine siempre tuvo luz de faro.
Mónica Fernández-Aceytuno