9:58 h Hoy había tal helada por la mañana que la hierba no estaba verde y escarchada, sino que sólo había escarcha de un verde muy claro.
Los pétalos caídos dibujan una nueva flor sobre el agua. Muere la función, no la belleza.
Mónica Fernández-Aceytuno
Ayer estuve en casa de mi amiga Blanca donde antes de entrar ya olían las flores del jardín, premiado por el Real Jardín Botánico.
Además de las flores cultivadas, Blanca ha dejado que salgan toda suerte de hierbas, “regalos de los pájaros”, como ella llama a estas hierbas silvestres porque son ellos los que las diseminan. Es tal la profusión de plantas con flor en este jardín que hay a su vez insectos que no sueles ves jamás en la ciudad, como unos preciosos abejorros negros, un poco azulados, que observé por el rabillo del ojo mientras hablábamos.
De los frutales caían pétalos rosados o blancos formando casi una cortina para luego quedarse como motas de luz por los caminos o sobre el agua del estanque.
Observándolos me di cuenta de que los pétalos caídos dibujan una nueva flor sobre el agua. Que muere la función, no la belleza.
Escribo hoy desde la Biblioteca Nacional donde sigo con la elaboración del diccionario, pero la semana que viene pasaré unos días en Ecuador, donde quiero visitar la isla Santay, llena de aves. Qué ganas tengo de ir a algún lugar de Naturaleza salvaje.
Saludos,
Mónica
Mónica Fernández-Aceytuno