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No hay que confundir una espiral con una hélice.
No hay que confundir una espiral con una hélice.
Sobre Quito vuelan nubes que parecen acantilados blancos, espejismos de un desierto de agua, sobre unas montañas tan verdes y con tanta pendiente que en la umbría las sombras parecen ríos oscuros. También hay volcanes nevados. Anochece y la constelación de Orión se llena de estrellas que no he visto desde otros lugares mientras abajo son las poblaciones remotas de los Andes las que se parecen más al firmamento, con sus lucecitas, que es el “aquí estoy yo” del que vive en la Tierra al cielo. En Ecuador te sientes en equilibrio como si todo aquí tuviera la medida justa de los días, doce horas de luz y doce de oscuridad todo el año, lo cual hace que a nadie se le ocurra marear las horas, que transcurren una tras otra. La Naturaleza redacta la vida de la misma forma. Uno y otro día. Amanece en Guayaquil un cielo ámbar. Cantan pájaros, desconocidos para mí, del otro lado del mundo.
ABC, 29-3-2014
Buen día,
Mónica
Mónica Fernández-Aceytuno