Al llegar la noche, desciende al fondo para enterrarse como si se echara por encima, para dormir, una sábana de arena.
Mónica Fernández-Aceytuno
Mónica Fernández-Aceytuno
Con la luz del sol de este día sobre la mesa de castaño se ven, saliendo de las urnas, como si de la sal de saleros se tratara, las diminutas y pardas semillas del eucalipto.
Las acabo de sacar de una chaqueta de pana verde, con la que paseo, y que tiene unos bolsillos muy pequeños, donde guardo algunas cosas que encuentro por el camino porque, como monedas perdidas, se diría que estas cosas también brillan.
Están ahora los caminos cubiertos por estas urnas, y tengo la impresión de que no es tanto porque ya les tocara caer de las ramas, que también, sino porque se ha cortado mucha madera estos días, por el frío. Y se llevan el tronco, e incluso las ramas con las hojas, pero van cayendo por el suelo, las urnas soltando sus semillas.
Y ahora me llama la atención que, llevándome en el bolsillo un puñado del mismo sitio, ahora resulta que unas urnas están abiertas en cuatro partes, y otras en cinco, en estrella.
Quizá se trate de diferentes subespecies de Eucalyptus globulus, y ese carácter las diferencie, pero todas han dejado el mismo olor a eucalipto en el bolsillo. Y, seguramente, también semillas.
Feliz día y hasta mañana,
Mónica Fernández-Aceytuno
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Con la luz del sol de este día sobre la mesa de castaño se ven, saliendo de las urnas, como si de la sal de saleros se tratara, las diminutas y pardas semillas del eucalipto.