Quien en estos días nos ha avisado del cambio estacional es el florecimiento de Merendera montana.
Isabel Fernández Bernaldo de Quirós
Isabel Fernández Bernaldo de Quirós
Buenos días. Estas, en apariencia, inocentes y pequeñas margaritas, flores compuestas, que ayer, a mediodía, miraban al sol, cumplen a la perfección la selección natural de Darwin.
Crecen sólo donde el prado se siega al ras, al uno, al cero, porque aunque sus flores desaparezcan tras la siega, como migas blancas que se sacuden de una chaqueta, al tener las hojas en roseta y basales, muy pegadas a la tierra, toda la planta sobrevive, y al cabo de dos días, vuelven a asomar sus flores, mientras las demás plantas, cuyas hojas en principio parecían más grandes y poderosas, desaparecen.
Sólo sobreviven las inocentes belloritas y los tréboles, entre la hierba corta, porque no sobrevive el más fuerte, sino el que se adapta a las circunstancias.
Es curioso, mientras les hacía ayer la foto, pensaba en cuánto se refleja la luz del sol en la flor, como un espejo que se la devolviera; y en la manera en la que se colocan las flores, me recordaba a las luces de las casas que veo de noche enfrente, o a una constelación de invierno. Después leí, en el libro de Holden, lo que escribió Shelley de ellas:
“Margaritas,
nacaradas estrellas del orbe,
constelaciones de flores
que jamás se esconden”
(Traducción de Javier Marías)
Feliz día y hasta mañana,
Mónica Fernández-Aceytuno
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Buenos días. Estas, en apariencia, inocentes y pequeñas margaritas, flores compuestas, que ayer, a mediodía, miraban al sol, cumplen a la perfección la selección natural de Darwin.