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Nunca había visto tantas estrellas de mar en el puerto como ayer por la mañana, en la bajamar, con el agua más turbia que de costumbre.

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Nunca había visto tantas estrellas de mar en el puerto como ayer por la mañana, en la bajamar, con el agua más turbia que de costumbre.

Es como si las olas hubieran arado el fondo del mar, y traído toda su arena a la superficie, para después quedar suspendida en el agua, como el agua del río cuando llueve mucho.

Vi primero dos estrellas comunes como la de la fotografía, cuyos brazos asomaban a ratos a la superficie, y era tal su color púrpura, que por momentos parecían los brazos de un pulpo que se ha cocido. Después te fijabas y contabas los cinco brazos, sobre los mejillones cuyas valvas estaban cubiertas de limo, e imagino, aunque no llegué a verlo, que la estrella de mar los abría con sus brazos para después ingerirlos, ya que son las estrellas de mar el azote de los vivalvos.

Cerca de ellas, había otras dos de brazos mucho más largos y de un naranja butano muy vivo, también semisumergidas, con el agua brillándoles por el encima de los brazos que asomaban, y de las que ahora veo que se trata de la estrella purpúrea, Ophidaster ophidianus, que alcanza los 35 centímetros de envergadura y que se alimenta de los microorganismos que cubren la superficie del fondo.

Quizás por haberse revuelto el mar, estaban ayer sobre las rocas del muelle, buscando los microorganismos del fondo en la superficie.

Feliz día y hasta mañana,

Mónica Fernández-Aceytuno

AUTOR DE LA FOTO: ZOEA

Archivo del CENEAM-MMA

Estrella de mar común.

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P.S. No se pierdan la carta que sobre el jilguero nos envió ayer por la tarde un asiduo lector. A mí me recuerda a Marcuello escribiendo. Ya hablaremos de Marcuello algún día. De momento, les dejo con la carta del jilguero, hoy en el TABLÓN DE LOS LECTORES.

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