El trabajo de los labradores está tan adaptado a las horas de luz como las plantas que siembran.
Mónica Fernández-Aceytuno
Mónica Fernández-Aceytuno
De los robles de Sedano, en Burgos, me habló en una ocasión el escritor Miguel Delibes, y me quedé mirando ayer un rodal muy pequeño, entre unos campos de trigo ya segados. Parecían árboles de una isla perdida, los troncos retorcidos, las ramas llenas de líquenes, algunas hojas lobuladas secas todavía en lo alto. Un pequeño rodal salvado del arado quizá por un problema de reparto o de herencia. Y, rodeando a la excepción, un infinito y monótono ricial, absurdo y pobre si, para sembrar el trigo, se talaron los robles.
Hasta mañana,
Mónica Fernández-Aceytuno
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