Los antiquísimos Ginkgos, con sus ramas delgadas como los huesos de un esqueleto, y sus hojas en abanico.
Mónica Fernández-Aceytuno
Mónica Fernández-Aceytuno
Me contó que él recordaba desde niño a las carracas posadas cada verano en los hilos de los postes del teléfono, a la manera en la que lo hacen también los abejarucos pero que, en los últimos años, no sabe por qué, no vienen, ni se las ve por las dehesas de la provincia de Toledo.
Hablamos de lo hermosas que son estas aves cuyas alas dibujó Durero, con esos colores blancos de las plumas y luego verdes y azules de la carraca cuyo nombre es la onomatopeya de su reclamo, y cuyos colores hacen que sean menos grises en verano los encinares.
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