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Estimada Mónica:

Hace tiempo me contaron que en las épocas de las migraciones, cuando todas
las variedades de aves se distribuían por Europa, incluídas las que venían a
la península, sucedió un hecho extraordinario.:1

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Estimada Mónica:

Hace tiempo me contaron que en las épocas de las migraciones, cuando todas

las variedades de aves se distribuían por Europa, incluídas las que venían a

la península, sucedió un hecho extraordinario.

En los primeros años del Siglo XX según la prensa de la época, una bandada

de codornices sorprendidas en vuelo a medianoche por una tormenta y quizá

atraida por las luces de la ciudad, cayeron cientos de ellas en la Plaza de

Oriente de Madrid. Serenos y trasnochadores atraparon algunas de ellas

desorientadas que andaban por el suelo.

Estas aves vienen a España a criar en regiones que eligen preferentemente si

preven buena sementera, asegurando así que sus polladas puedan salir

adelante con el alimento suficiente. Siempre anidan en el suelo

protegiéndose del norte por alguna piedra o hierba tupida.

Curiosamente casi nadie las ve llegar, lo que suele suceder por la noche. Ni

siquiera los pastores que en otros tiempos abundaban en los campos de

España y dormían al raso en las épocas de Primavera-Verano.

Suelen llegar a finales de Marzo o primeros de Abril, en vuelos directos

desde Africa a cualquier punto de Europa que tenga el clima adecuado para su

reproducción.

Siempre me ha sorprendido que la Codorniz cuando levanta el vuelo no vas más

allá de doscientos metros. Me hago la siguiente pregunta, ¿cómo es posible

que este pajarillo rechoncho con alas relativamente cortas, casi sin cola,

cruze el estrecho de Gibraltar de un tirón y se plante en cualquier punto

de la Península?. La Perdíz que vuela mucho más rápida no creo que se

atreviera a realizar esta hazaña de cruzar el estrecho en un solo vuelo.

Alguien con demasiada imaginación dijo que la Codorniz cruzaba el estrecho

de Gibraltar deslizándose sobre el agua hasta nuestras costas, con un ala

levantada en forma de vela. ( Yo digo que si para hacerlo llevaban un dos

piezas o eran nudistas. Lo siento, eso no es posible.)

Para dar el salto del Estrecho, está demostrado que aprovechan buen clima,

buen aire de leveche. En este trayecto no les faltan múltiples dificultades

causadas por la caza o por las aves de rapiña.

Por las veces que he contemplado el amanecer en pleno monte o vega he

experimentado que todas las aves existentes dan su primer canto aunque sea

el único del día. No sé si lo hacen por la venida de un nuevo día o por

haber pasado la noche libre de sus peligros. Quiero imaginar, que si todos

los pájaros supiesen música al alba. Al alba, todos grandes y pequeños

cantarían a varias voces, la habanera de la Zarzuela de Don Gil de Alcalá,

que dice:

“Todas las mañanitas vuelve la aurora

y se lleva la noche triste y traidora…”

traidora

¿O quizá la cantan en otro tono que no percibimos los humanos?.

Su atractivo culinario ya es conocido, pero hoy no viene a cuento. Puedo

decir que ellas tienen un manjar preferido que es la semilla de una hierba

llamada “amor de hortelano”, una delicia para banquetearse y un incordio

para los hombres cuando se nos pega a los pies o pantalón.

Pese a su aspecto y tamaño son muy bravas y valientes. Los antiguos griegos

las sometían a que lucharan entre sí como espectáculo de circo. Sus lances

amorosos casi son a vida o muerte, se ve que en su mundo parece que existen

crímenes pasionales. Sin navaja, claro.

En una ocasión, un amigo me llevó a presenciar un lance amoroso en vivo. El

macho decía “Pal-pa-la”. La hembra respondía “Cri-cri”. Otro macho

interfería y decía “Mauu-Mauu”. Al final de la lucha por la dama el vencido

dejaba constancia de su pasión al mostrarnos el elixir del amor.

Cuando acaban sus vacaciones vuelven a los países de climas invernales más

suaves. Una pareja que tiene descendencia de ocho o diez pollos, al

terminar la temporada se convierte en una familia numerosa con treinta o

cuarenta miembros más. Así que fueron felices en nuestros trigales y

disfrutaron del “amor de hortelano”.

Estoy seguro que al partir en las noches claras y serenas, orientadas por el

color de las estrellas, en su alegría las nuevas crías ya iba tatareando una

música pegadiza que alegra el oído. Creo que conforme volaban iban pensando

en volver pronto, no sólo para decirnos “Pal-pa-la” sino también para al

alba ofrecernos de memoria como si fueran un gran orfeón, aquella habanera

tan bonita y romántica que decía:

“Todas las mañanitas…..

……..”

Un cordial saludo,

Jerónimo

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