Aunque sus ojos disponen de córnea y cristalino parece ser que no son capaces de distinguir imágenes, únicamente diferencian la intensidad y la dirección de la luz.
20:19
“Querida Mónica:
Veo con retraso que usted, el día de Cervantes, habló de las golondrinas. Y ese mismo día había caído en mis manos un libro
20:19
“Querida Mónica:
Veo con retraso que usted, el día de Cervantes, habló de las golondrinas. Y ese mismo día había caído en mis manos un libro que llevaba en su título tal pájaro, tal ser celestial: El vuelo oblicuo de las golondrinas. Su autor, Du Fu, poeta chino del siglo VIII de nuestra era, amigo de Li Po, de quien le hablé hace algunas semanas. Toma el título tal antología de un verso de los muchos que citan a las golondrinas, a la luna, a la primavera, a la vida retirada, a la morada escogida, al agua… Me he permitido copiarle unos pocos poemas, dando por supuesto que podrían interesarle:
ELECCIÓN DE MORADA
En la orilla oeste del río Huanhua
el señor ha elegido un bosque y un estanque tranquilos.
Sabido es ya que fuera de los muros
pocos son los negocios de este mundo polvoriento
y, aún más, que el limpio río
alivia las fatigas del viajero.
Un sinfín de libélulas sube y baja,
y una pareja de ánades púrpura
entra y sale del agua en perfecta sintonía..
Puedo viajar mil li hacia el este, si me viene en gana;
y, montando en una barca, llegar hasta el mismo Shanyin.
Primavera de 760, en Chengdu
MI CASA ESTÁ TERMINADA
He acabado mi casa
de blanco techo de cañas
de espaldas a la muralla.
A lo largo del río discure el camino,
y si bajas los ojos sólo ves verdes campos.
El sol, oculto por los bosques de alisos,
sus hojas susurran con el viento.
Los altos bambúes, mezclados con el humo,
y en sus troncos, gotas de rocío.
Para atender a sus crías,
los pájaros detienen el vuelo unos instantes.
Con frecuencia llegan golondrinas, que cuchichean,
a construir aquí su nuevo nido.
Yerran las gentes cuando comparan mi casa
con la del poeta Yang Xiong;
no tengo ánimo para contestar con versos
a los que de mí se burlan.
Primavera de 760, en Chengdu
MI CASA DEL CAMPO
Mi casa del campo, en un recodo de la corriente clara;
su puerta de ramas, junto al camino antiguo.
Oculta del mercado por la densa hierba:
en un lugar tan secreto
no hay que preocuparse del vestido.
Álamos y sauces de frágiles ramas,
y nísperos en los árboles fragantes.
Iluminados por el sol poniente, los cormoranes
cubren los puentes de pesca mientras se secan las alas.
Primavera de 760, en Chengdu
LA ALDEA DEL RÍO
La limpia corriente abraza con un bucle
la aldea, en su discurrir.
Durante el largo verano todo está en calma
en esta aldea del río.
Por encima de mi casa van y vienen las golondrinas,
y las gaviotas, en parejas, se acompañan sobre el agua.
Mi anciana esposa dibuja un ajedrez en un papel,
y el pequeño de mis hijos, para hacer un anzuelo,
golpea una aguja.
Mientras mi amigo provea a mi sustento,
¿qué más puede pedir este mi humilde cuerpo?
Verano de 760, en Chengdu
VIDA RETIRADA
Tarde ya he construido mi casa,
por no entregarme a negocios, en un lugar solitario.
La luz de los bambués se mezcla con el color del campo,
y la sombra de mi hogar oscila en la corriente del río.
Alejado del estudio y pobre desde hace tiempo,
dejo en la holganza a mis hijos y en la inquietud a mi mujer..
Cien años he ido pasando gracias al vino
y ni una vez me he peinado en todo un mes.
Otoño de 760, en Chengdu
LLEGA UN HUÉSPED
Pocos son los que pasan por el lugar apartado
donde, en calma, vivo.
Viejo y enfermo, necesitado de apoyo,
¡cuánto me cuesta
hacer la debida reverencia!
¿acaso mis versos podrían
llenar el mundo de asombro?
Vana labor.
El coche y los caballos detenidos en la orilla,
el distinguido huésped pasa la jornada entera
sentado largamente.
Toda una vida de arroz basto,
comida de docto fracasado.
Pero no lo tiene en cuenta,
que en el campo hay poco que ofrecer.
Cuando gustes, de nuevo puedes venir y admirar
las flores de mi jardín.
Otoño de 760, en Chengdu.
VECINO DEL LADO SUR
El señor de Jin lleva un turbante negro de pico,
recoge taros y castañas en los huertos.
No es absoluta su pobreza.
Suelen llegarle invitados,
y sus hijos se alegran;
los pájaros del porche
consiguen comida
y no se asustan ni echan a volar.
En otoño, la profundidad del agua
casi no llega a metro y medio,
y en la barquichuela mínima apenas cabemos tres.
Blancas arenas, bambúes esmeralda,
crepúsculo en la aldea de la orilla del río.
Bajo la nueva luz de la luna nos despedimos
en la puerta enramada.
Otoño de 760, en Chengdu.
LLUVIA AGRADABLE EN UNA NOCHE DE PRIMAVERA
La providente lluvia conoce bien las estaciones.
Si cae en primavera, se recupera la vida.
Nos llega tras el viento, silenciosa, de noche,
y va calando en las cosas suavemente, sin ruido.
Senderos campestres, nubes, todo oscuro,
sólo brillan, en el río, las luces de las barcas.
Al alba iré a contemplar la ruborosa humedad,
las flores embellecidas de la Ciudad del Brocado.
Primavera de 761, en Chengdu.
AGUAS DE PRIMAVERA
El tercer mes, y las flores de durazno
flotan sobre las ondas del río.
La corriente recupera sus viejas huellas,
y al amanecer inunda ya los límites de la playa.
El verde esmeralda riela ante el portón de ramas,
en tanto yo reparo mis aparejos
y dejo caer un cebo perfumado.
Ato los tubos de bambú para regar el huertecillo.
Ya son legión los pájaros que llegan volando
y en ruidosa algarabía se disputan el baño.
Primavera de 761, en Chengdu.
EN EL RÍO, EN MEDIO DE UNA FUERTE CORRIENTE, COMO SI FUERA EL MAR
Soy un hombre extravagante,
al que embriagan unos hermosos versos.
Si no llego a conmover con mis palabras,
mientras viva no descansaré.
Viejo ya, compongo versos sencillos.
Llega la primavera y a las flores y a los pájaros
nada les causa nostalgia.
Hace poco he añadido un barandal sobre el agua
desde el que suelo pescar.
Y también me he construido una balsa
que hace las veces de barca.
¿Cómo alcanzar el talento de poetas tan altos
como Tao y Xie?
Que sean ellos, pues, los que escriban poemas,
y luego iremos juntos a pasear.
761, en Chengdu.
MIRANDO EL AGUA DESDE LA BARANDILLA DEJO VOLAR MI CORAZÓN
Lejos de las murallas, en una ancha barandilla,
sin aldea que la estorbe,
la mirada llega lejos, muy lejos.
Las claras aguas del río casi rebosan el cauce.
Concluye la primavera,
y los serenos árboles están llenos de flores.
Entre una fina lluvia,
los pececillos aparecen,
y el vuelo oblicuo de las golondrinas
al pairo de la suave brisa.
En la ciudad, cien mil hogares,
aquí, dos o tres familias.
761, en Chengdu.
Traducción del chino de Juan Ignacio Preciado Idoeta y versos occidentales de Clara Janés. Espero que le hayan gustado estos poemas tanto como a mí, que no le hayan cansado.
Un saludo afectuoso,
Carbonero.
—
p.s. Por favor, felicite en mi nombre, si es posible, y una vez más, a Jerónimo. Cómo dudar de la pertinencia de una historia como la del golf y la urraca, si es de la vida (y una vida alegre, creciente) de lo que trata su página web, por suerte para nosotros.
“Querida Mónica:
Veo con retraso que usted, el día de Cervantes, habló de las golondrinas. Y ese mismo día había caído en mis manos un libro