Las especies, cerca o lejos del mar, conservan los mismos gustos.
Mónica Fernández-Aceytuno
Mónica Fernández-Aceytuno
La suerte del naturalista, esa que muchas veces acompaña a los que pasamos horas en el campo, buscando algo que nos alegre el día; a mi hoy me lo han alegrado las aves observadas, los árboles y el saber que ustedes estarán ahí para compartir esta crónica conmigo, gracias por estar al otro lado.
Juan Carlos Delgado Expósito
ENTRE CASTAÑOS
Una de mis aventuras naturalisticas de este fin de semana, ha sido adentrarme en los bosques de castaños en la Sierra de Tentudía, al Sur de la provincia de Badajoz. Cuando me interno entre estos árboles centenarios, me encuentro con un paisano y su hija que recolectan las preciadas castañas; el hombre me comenta entre resignado y tranquilo que como se puede ver este año los castaños no han tirado aun todas sus hojas, casi no han tirado ni siquiera un setenta por ciento de su cobertura, diría yo. Hablamos de la meteorología, ya saben que hablar del tiempo es la conversación más socorrida para entablar amistad con la gente. El tiempo que no quiere cambiar, no llueve, todo aun es pasto, no hay apenas verde en la tierra.
Me quedo solo en estos preciosos bosques y saboreo el silencio, roto a veces solamente por algunas hojas que caen, alguna castaña, algún petirrojo que repiquetea su trino nervioso, el lejano ladrido de un perro, el tamborileo de algún pájaro carpintero, y pienso yo que es un gran momento, me basta con oler, escuchar, no quiero nada más, ni siquiera tengo la necesidad de tomar notas, las aves observadas o escuchadas, que es a lo que he venido, ya las anotaré más tarde, ahora es otro momento, esto tiene que quedar bien grabado en mi disco duro, para recordarlo más adelante.
Dos aves han llamado hoy especialmente mi atención, una es precisamente la más pequeña de nuestra avifauna, me refiero al Reyezuelo listado (Regulus ignicapillus), de nueve centímetros de longitud solamente. Es una ave muy difícil de observar, se mueve entre las ramas de los árboles nerviosamente, mientras emite un débil si-si-si-si, yo hoy lo escucho antes de verlo, y después de mucho rato consigo observarlo, moviéndose entre las ramas de una encina, pues ahora ya me he salido del castañar.
Continúo la marcha y me adentro en un jaral, donde predomina la jara pringosa, entre roquedos, encinas, algún olivo, quejigos, durillos y algunas zarzas, aquí aparece un Acentor común (Prunella modularis) posado en las ramas de esa zarza, otro ejemplar se acerca, uno de ellos emite reclamos débiles.
Este pájaro y el reyezuelo son especies que suelen pasar desapercibidas, pero hoy ha sido mi día de suerte, ¿recuerdan?: la suerte del naturalista, esa que muchas veces acompaña a los que pasamos horas en el campo, buscando algo que nos alegre el día; a mi hoy me lo han alegrado las aves observadas, los árboles y el saber que ustedes estarán ahí para compartir esta crónica conmigo, gracias por estar al otro lado.
Juan Carlos Delgado Expósito
Juan Carlos Delgado Expósito