Salí huyendo de las nubes anteayer, o tal vez del ratón que no he encontrado al regresar, quizás
Los cochinos en la dehesa, comiendo bellotas, hierbas y otros nutrientes que le ofrece la tierra, durante los meses de Noviembre, Diciembre y Enero; eso es lo que se conoce con el nombre de montanera.
Estoy hablando de andar entre la niebla espesa, con la imagen de las encinas y alcornoques alzándose como fantasmas surgidos quien sabe desde donde.
Juan Carlos Delgado Expósito
LA MONTANERA
Los cochinos en la dehesa, comiendo bellotas, hierbas y otros nutrientes que le ofrece la tierra, durante los meses de Noviembre, Diciembre y Enero; eso es lo que se conoce con el nombre de montanera. Pero la montanera, tan unida a la otoña, tanto es así que sin una buena otoña la montanera no es lo mismo, y no lo es porque falta la hierba verde, esa hierba que al cochino le gusta para refrescarse la boca, esa hierba húmeda por la lluvia o por el rocío de la mañana, esas mañanas del otoño que solo quien haya tenido la suerte de pasear por la dehesa durante estos meses entre encinas al amanecer, sabe de lo que estoy hablando. Estoy hablando de andar entre la niebla espesa, con la imagen de las encinas y alcornoques alzándose como fantasmas surgidos quien sabe desde donde. Estoy hablando del despertar de las grullas, esas incansables viajeras, que llegan a Extremadura para alegrarnos la vida un poco más a los pajareros, y supongo que también a los cochinos, dos especies: grullas y cochinos, que se encuentran tan hermanados con ese bosque verdaderamente sostenible, con ese bosque que el ser humano supo “domesticar” para bien suyo y del bosque mismo, para bien de la multitud de aves, mamíferos, anfibios, reptiles e insectos que se mueven en esta su casa, que es ese mar de quercineas. Cuánta belleza, cuánto bienestar, que gozada ver al trepador azul golpeando la bellota con su pico mientras la sostiene atrapada, enganchada en la grieta de la rama, para romper la cáscara y acceder a ese manjar dulzón que la encina ha fabricado. Cuánto misterio encierra el hueco oscuro y misterioso, donde sin duda los ratones de campo estarán almacenando el fruto de la encina, el fruto de la montanera.
Los resoplidos de los cochinos montaraces, comiendo, viviendo, durmiendo, andando, pateando por entre las encinas, están fabricando jamones, están fabricando la chacina, que en épocas de escasez tanto alivio dio, eso si, solo a algunos, ahora ya por suerte a casi todos.
Pero la montanera este año, es solo un recuerdo de lo que fue, por ejemplo el año pasado, con las lluvias que llenaron el campo de verde, de humedad. Las dehesas tienen problemas, muchos problemas: la sequía, la enfermedad llamada seca consecuencia de múltiples factores, y esa excesiva explotación, donde debería haber diez cochinos comiendo bellotas, hay veinte, y aquí ya no comen bellotas, esquilman la tierra, hozan el terreno hasta dejarlo en la roca madre, sin tierra fértil, solo dejan problemas y aquí ya entramos no en la explotación sostenible de la dehesa sino en la explotación insostenible y desvergonzada de este bosque sagrado que está perdiendo la magia, que está perdiendo a sus compañeros de viaje, como consecuencia de la codicia y la incultura de algunos mal llamados ganaderos.
Juan Carlos Delgado Expósito