¿Cuántas especies animales viven en España?, cabría preguntarse en este…
Becquer
El agua y el viento hacen ruidos parecidos.
Se diría que estaban antes de la tierra todos esos sonidos que, sobre la costa, oímos, desde el bramido contra los acantilados mientras las nubes de agua salada ascienden espolvoreadas en salseros, a ese otro de las olas en la playa, que es como de pasos desganados, igual que los de un náufrago, como si le pesara al mar el mundo.
Todos lo vemos claramente, el mar llegando a la playa, yendo y viniendo por la orilla, pero no conseguimos ponerle un nombre a ese ruido que se repite como un respirar del agua.
Pregunto al experto en sonidos de la Naturaleza, Carlos de Hita, y me da nombres curiosísimos, todos ellos para una manera de romper el agua en la costa, como si el nombre, igual que el ruido, no surgiera por sí solo, sino con la ayuda de algo sólido a lo que agarrarse, como la madera para el aire de una flauta, o el arrecife para la errante vida marina.
Puede que no haya nada más errante que los sonidos marinos por el aire.
Me escribe Carlos de Hita que “todos los sonidos están en el mar” y me da una valiosísima lista entre las que incluye términos para poder nombrar con propiedad el ruido que hace el mar como: roncar, bramar, regolfar, borbollar, retumbar, incluso bruar, que viene del gallego “bruído”, al que definen como “bramido, ruido fuerte del mar o del viento”; pienso, además, en la de topónimos que habrá por la costa gallega que se lo deban al ruido del océano, como Punta Roncudo.
El verbo “bramar” lo utilizó Gustavo Adolfo Bécquer, según apuntan varias de las personas que, amablemente, han aceptado buscar conmigo esta palabra que se repite mientras miramos al horizonte, esa otra pregunta, también sin respuesta, curva y plana al mismo tiempo.
Se apoyó en “bramar” Bécquer en la rima LII:
“Olas gigantes que os rompéis bramando / en las playas desiertas y remotas,/ envuelto entre la sábana de espumas,/ ¡llevadme con vosotras!”
Pero aún no he dado con la palabra que hable del sonido de ese ir y venir del mar arrastrándose como un fantasma por la orilla de la playa, dejando unos círculos, la mitad de una luna de arena, como si la otra siempre quedara en el agua, dibujando una suerte de cordilleras, rematadas en espuma, muy redondeadas, que es como hace con todo el mar, redondear la piedra, los vidrios, las maderas, los huesos, los siglos…
La mar quita aristas a todo lo que cae en sus manos.
Pero su sonido, se diría que es muy anterior, incluso a los sonidos de la tierra, con la que logra una variedad musical extraordinaria, desde mucho antes de que hubiera alguien para apreciarla, cuevas sin oídos en los acantilados, playas desiertas, viento y agua bramando sin nadie en el mundo que les escribiera un poema.
Quizás habría que preguntar a una caracola por ese resonar que llevamos, también al respirar, dentro.
Todo un mar.
Son de mar.
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Buen fin de semana,
Mónica